9-8-19
El bloqueo sobre la economía venezolana no es abstracto: golpea a diario en la macroeconomía y en los barrios populares. Allí, en los cerros donde viven las clases más humildes, se debate para encontrar las formas de enfrentarlo.
Las cosas se pondrán más difíciles. Los disparos económicos del Gobierno estadounidense contra Venezuela anuncian que vendrán más problemas sobre un cuadro ya difícil, en particular en los barrios humildes. «Oye, hasta cuándo, cómo aguanta la gente, es digno de admiración la fortaleza, la resistencia que se tiene», dice Rosiris Zapateiro, conocida como ‘La Portu’ en su barrio de Altos de Lídice, Caracas.
Aguantar. Como el poema de Juan Gelman: «aprender a resistir, ni a irse ni a quedarse, a resistir». Ya son varios años de desabastecimiento seguido de hiperinflación, atravesados por el deterioro de servicios, asaltos violentos de la derecha. La firma del embargo por parte de Donald Trump traerá mayores dificultades. ¿Qué hacer? Es la pregunta que se hacen los dirigentes comuneros del barrio.
«En la última sesión del parlamento de la comuna se dio una discusión sobre esta situación porque muchas cosas van a empeorar», explica Jesús García, comunero de Altos de Lídice. «Si los problemas se acrecientan hay que cambiar metodologías, criterios, trabajar en mayor unidad».
Los dirigentes tienen una responsabilidad frente a las comunidades: «la gente espera de uno, ponemos la cara en esto», dice Rosiris. Son muchos frentes en simultáneo: los precios, la comida, el agua, el transporte, la salud, la infraestructura.
No se puede esperar a que «el Estado procure solventar todos los problemas en medio de las dificultades, bloqueado es menos lo que puede hacer, así que nos toca buscar alternativas para salir adelante«, agrega.
El día a día
La comuna abarca cada frente que puede. Ha construido una empresa de propiedad social de servicios para ocuparse de los espacios públicos, alumbrados, está en proceso de poner en funcionamiento un autobús para garantizar movilidad a la parte más alta del barrio, organiza actividades para la juventud como campeonatos deportivos y talleres para formar comunicadores comunales. «Estamos en dinámicas en casi todos los ámbitos», explica Jesús.
Dentro del qué hacer cotidiano han priorizado ejes estratégicos. La alimentación es uno de ellos: «no debe faltar ni ahorita ni mañana», dice Jesús, y se debe dar atención prioritaria a familias con muchos niños, madres solteras, gente mayor, con dificultad para salir de sus casas.
Para eso trabajan sobre tres frentes: uno de ellos son los mercados comunales que organizan regularmente en distintos puntos de la comuna, otro es la casa de alimentación que funciona en articulación con los programas del Estado, otro el trabajo con los Comités Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), y finalmente, una bodega comunal que está en proceso de apertura: allí venderán alimentos traídos directamente de la Comuna El Maizal.
La inauguración de la bodega está prevista para finales de agosto. Venderán cerdo, carne, maíz, queso. Por el momento debaten los costos, precios de venta, excedentes, quiénes estarán al frente, cómo se realizará la contraloría, los circuitos de venta para distribuir en el territorio comunal.
«Nunca quise lucrarme con nada», afirma Ingrid Lucero, que abrió un espacio en su casa para que allí funcione la bodega. Ella estuvo al frente de la Misión Alimentación en su comunidad desde los inicios, cuando había en abundancia. La situación ahora está difícil, vive con su pensión, y su esposo con un sueldo mínimo.
Ingrid tiene una certeza: «sigo siendo más chavista que nunca, pertenezco a un ideal y sé que las dificultades, lo bueno, lo malo, siempre va a suceder, y más cuando se tiene a la potencia de EEUU en contra». Se pone al frente, para construir las respuestas necesarias.
Otro eje central de la comuna es la salud. Han creado un sistema comunal que abarca la reparación de consultorios de la Misión Barrio Adentro, la atención personalizada a quienes no pueden salir de su casa, y la reciente apertura de una farmacia comunal. Los medicamentos son producto de donaciones solidarias reunidas en Chile, administrados por el sistema comunal de Altos de Lídice.
La farmacia brinda por el momento cerca de 250 tratamientos al mes, tiene su sistema de contraloría y distribución. «Si tú vieras la alegría cuando le llevamos el medicamento a la gente, es el agradecimiento», dice Rosiris.
La línea roja
El barrio nunca se detiene. Uno de los problemas es la llegada del agua. En la parte más arriba de Altos de Lídice reciben una o dos cisternas por semana, los vecinos salen con tanques grandes para llenarlos y luego los trasladan en envases más pequeños hasta sus casas.
Jesús y Rosiris coinciden en un punto: «la frontera son las cajas Clap, esa es la delgada línea roja». Difícilmente se aguante sin los Clap, aseguran. Una caja con 19 productos alimentarios cuesta la mitad que un solo kilo de harina de maíz en la calle. Cuando las cajas se demoran crece la tensión, los mensajes para saber cuándo llegarán.
Por eso los ataques norteamericanos buscan quebrar los circuitos de importacióncon ataques sobre empresas, barcos, sistemas de pago. Los Clap son para el barrio lo que el petróleo para la economía nacional: vitales.
Así de vital es también la organización popular en la comunidad. «Si no esto sería un caos total, las personas sienten que tienen un ente aquí en el barrio, en el Clap, la comuna, para ir a expresar sus problemas, a donde acudir, que los va a escuchar, que de repente no va a solucionar de inmediato, pero va a hacer la diligencia», explica Ingrid.
«Sin los liderazgos, la organización, y en medio de una coyuntura como esta, estaríamos cada cuál salvándose por lo suyo», agrega Jesús.
Se trata de una batalla diaria, permanente, donde las necesidades aumentan, la presión para construir respuestas también. «La comuna es un instrumento práctico para que la comunidad se organice y pueda solventar los problemas en cualquier coyuntura, sobre todo y más aún en una como esta». La comuna debe resolver con su propia fuerza a la vez que articular con el Gobierno, las instituciones, la dirigencia política.
Frentear
Los dirigentes deben dar respuesta a sus comunidades. Piden, a su vez, respuestas al Gobierno, «coherencia», como dice Jesús. «El Gobierno quiere hacer entender a la población que sí se está en medio de una guerra, y que las problemáticas que se viven en las comunidades, en el país, no son causa de la ineficiencia, o burocracia o dolencia del Estado, sino que son parte del bloqueo de la guerra, pero cuando hay acciones que contradicen la lógica la gente piensa otra cosa», explica.
El rol de los liderazgos es central en épocas de crisis. «Lo que exige el pueblo es que sus liderazgos estén a la altura del momento político, y no se basen en discursos y grandes actos, y que de verdad se pongan las alpargatas porque el pueblo las tiene puestas de hace rato y hace rato viene bailando joropo y del más recio».
El proceso de desgaste y asalto conducido desde EEUU puede ser enfrentado. Lo ha demostrado la reacción en las barriadas durante estos años, la capacidad para resistir, buscar las formas de solucionar un cuadro agudo en un país que ha perdido más de la mitad de su PIB en seis años. Vendrán más dificultades, el bloqueo busca que la asfixia sea tan grande que el país, los barrios, las subjetividades se quiebren.
«El bloqueo afecta también lo emocional, pero nosotros somos de los que creemos que pa’lante es pa’llá, y que bajar los brazos es no solamente traicionar a Chávez sino traicionarnos a nosotros mismos, los que creemos y nos quedamos en este país, entendemos que hay buscar las formas, maneras y alternativas para salir adelante», dice Jesús.