Este 27 de septiembre se cumplen 44 años de los últimos fusilados de la dictadura. Menos de 2 meses antes de morir, Franco mandó ejecutar a 5 luchadores antifranquistas.
Historiador y Profesor de Secundaria, Zaragoza
Dicen que las dictaduras son más peligrosas y más represivas cuando ven cerca su final y en el caso de la dictadura franquista esto es del todo correcto. A partir de finales de los años 60 cuando las protestas y la organización del antifranquismo cobraban cada vez más fuerza, el régimen aumentó su represión, vigilancia y torturas.
Para ello incluso llegó a crear un tribunal especial para juzgar estos delitos, el abominable Tribunal de Orden Público (TOP), hoy reconvertido en la Audiencia Nacional.
Los 5 últimos fusilamientos de la sangrienta dictadura
Un ejemplo claro de esto es el caso ocurrido en septiembre de 1975. Tras ejecutar un año antes, por garrote vil al anarquista catalán Salvador Puig Antich, al viaje tirano fascista todavía le quedaba dar su último “aliento de sangre†antes de morir.
A lo largo del verano de 1975 fueron condenados a muerte en varios consejos de guerra 11 miembros de ETA político-militar (organización armada independista vasca) y del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP), una organización armada de extrema izquierda antifascista. Los delitos cometidos habían sido varios atracos a sucursales bancarias y atentados en los que habían muerto 3 miembros de los cuerpos represivos del régimen.
Posteriormente el gobierno, decidió en su consejo de ministros del día 26 de septiembre, presidido como todos por Franco, indultar a seis de los condenados a muerte conmutando sus penas por la de reclusión y dio el «enterado» para los otros cinco condenados a muerte. El «enterado» significaba la denegación del indulto y, por tanto, suponía la ejecución de la pena de muerte. Dichas penas de muerte debían ejecutarse por fusilamiento al día siguiente, el sábado 27 de septiembre.
Finalmente, los 5 condenados a muerte y posteriormente fusilados fueron tres miembros del FRAP (José Humberto Baena, José Luis Sánchez Bravo y Ramón García Sanz) y dos de ETA (Juan Paredes Manot y Ángel Otaegui). En la mañana del sábado 27 en Barcelona fue ejecutado Juan Paredes de 21 años, 17 y en Burgos, Ángel Otaegui, de 33 años.
En el Campamento Militar de Hoyo de Manzanares (Madrid), fueron fusilados José Luis Sánchez de 22 años, Ramón García de 27, y José Humberto Baena de 24 años. De la dureza de las ejecuciones y el ambiente de euforia macabra vivida da cuenta, el único paisano que pudo asistir a las ejecuciones del Hoyo, el cura de la localidad.
Según su testimonio: “Además de los policías y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La sangre me salpicóâ€.
Grandes protestas dentro y fuera del país contra los fusilamientos
Estas condenas a muerte supusieron las protestas más masivas y la campaña nacional e internacional pidiendo la conmutación de la pena de muerte, más importante contra la dictadura de su historia.
El mismo 26, en Euskadi, los sindicatos antifranquistas, todavía ilegales, llamaron a una «huelga general», también por supuesto ilegal, mientras seguía en vigor el estado de excepción en esa región. Su seguimiento fue mayoritario, y, además, en otras ciudades españolas se convocaron también paros y protestas ilegales.
Posteriormente, el sábado 27 de septiembre comenzó una huelga general ilegal, de tres días de duración, hasta el 30, que fue mayoritariamente seguida y en la que se estima que pararon más de 200.000 trabajadores. Era la tercera huelga general que se convocaba ese septiembre y ya había habido otras protestas en agosto.
Aun estando declarado el estado de excepción en Vizcaya y Guipúzcoa, los talleres y fábricas se paran, se cierran los comercios y bares y hasta los barcos de pesca se quedan en puerto. Se realizan manifestaciones en todas las poblaciones importantes que son reprimidas con violencia por la Policía Armada y la Guardia Civil llegándose a utilizar fuego real. Se realizan funerales en casi todas las poblaciones vascas.
A nivel internacional, la condena y la protesta también fue generalizada, tanto a nivel gubernamental como popular. Los países miembros de la Comunidad Económica Europea piden el indulto de los condenados (expresado en Londres por el embajador italiano), lo mismo que el Vaticano y Naciones Unidas.
El presidente de México, por su parte, pide que España sea expulsada de la ONU y reafirma su reconocimiento como único gobierno legítimo y democrático de España al de la Segunda República Española. Incluso, el Papa Pablo VI pide públicamente la paralización de las ejecuciones e intenta durante toda la noche anterior a las mismas hablar con Franco, que se niega a ponerse al teléfono.
A nivel popular, hay protestas populares en casi todas las ciudades importantes y capitales europeas. Incluso se llega a asaltar las embajadas y consulados españoles, llegando a ser incendiada la Embajada de España en Lisboa.
Ante todas estas protestas, el régimen hace su último gran acto de propaganda y reafirmación en vida del dictador. El 1 de octubre, organizo en la Plaza de Oriente, una gran manifestación de adhesión y apoyo al dictador. Este, ya muy enfermo y debilitado, hizo su última aparición pública antes de morir, salió al balcón del Palacio Real acompañado de su sucesor y fututo Rey Juan Carlos I y su esposa Doña Sofía. Con eso quedaba clara la continuidad ideológica y política del régimen, ante su próxima muerte, con la presencia y el apoyo público de su designado para sucederle.
Dictadura asesina hasta el final
El recuerdo de estos últimos fusilamientos ordenados por un Franco moribundo y enfermo, que moriría tras una larga agonía, menos dos meses después, son más necesarios que nunca ante la legitimidad histórica y política que muchos siguen haciendo de su cruel gobierno en la actualidad. Cuando vemos que, aunque lo saquen a él del Valle de los Caídos, sigue habiendo más de 100.000 asesinados por los fascistas enterrados en fosas comunes.
Cuando vemos con horror, como toda una vicepresidenta de un gobierno socialista se atreve a decir que la Transición española fue pacífica, sin violencia, olvidando con ella los cientos de personas asesinadas por los aparatos represivos del estado o los grupos de extrema derecha. O por último, cuando vemos como algunos de los principales asesinos y torturadores como Billy el Niño, siguen sin ser juzgados por los crímenes cometidos.
Por todo ello, hoy más que nunca, es necesario recordar a tantos que dieron su vida luchando contra la dictadura franquista.
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