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Este 20 de octubre hay elecciones en Bolivia. Evo Morales –que ya es el presidente que más tiempo estuvo al mando en la historia del país– podría renovar hasta 2025. Lo que para algunos constituye un símbolo de unidad y estabilidad sin precedentes, para otros es la escenificación del riesgo de eternizarse en el poder. Mientras para la campaña del Movimiento al Socialismo (MAS) el eslogan es #FuturoSeguro, el de su principal contrincante –el expresidente Carlos Mesa– es #YaEsDemasiado. Plurinacionalismo, economía en crecimiento, justicia, campesinado y mujeres: estas son las claves para entender Bolivia hoy.
¿Qué se vota?
En las elecciones generales se elegirá presidente y vicepresidente, 130 diputados y 36 senadores para el período que va desde 2020 a 2025. Son poco más de 7 millones los ciudadanos habilitados para votar. A diferencia de otros países, en Bolivia las cámaras legislativas no se renuevan por partes sino en su totalidad.
Para ganar en primera vuelta, alguno de los candidatos debe lograr más del 50 % de los votos válidamente emitidos o un mínimo del 40 % con una diferencia de 10 puntos frente a la segunda alternativa más votada. Si no, se irá a una segunda vuelta electoral.
La gran duda de estos comicios es si a Morales le alcanza para evitar la segunda vuelta. Si bien en las elecciones de 2014 obtuvo un 63 %, en 2016 sufrió un revés político: perdió un referendo en el que se preguntaba si la población estaba de acuerdo con reformar el artículo 168 de la Constitución para que la presidenta o presidente pudieran ser reelectos o reelectos de manera continua. Ganó el ‘no’ con el 51,3 por ciento.
Por ese motivo, desde la oposición insisten en que la candidatura de Morales, que luego del referendo le habilitó la Junta Electoral, es ilegítima. Incluso hay algunas iniciativas pequeñas, por las calles de La Paz, que todavía juntan firmas para que no se presente.
Según la encuesta más reciente publicada en Bolivia, Morales lidera con un 40 por ciento la intención de voto. Segundo llega Mesa, con el 22 por ciento. Es el resultado de un estudio hecho por Ipsos Bolivia para Radio Televisión Popular y La Razón. Consultaron a 2300 personas entre 18 y 70 años en 60 ciudades y poblaciones del país.
Evo Morales: el candidato oficialista
Desde hace 13 años (asumió el 22 de enero de 2006) Evo Morales empieza su día –como tarde– a las cinco de la mañana. Algunos dicen que porque nunca dejó de ser un hombre de campo. Pero él insiste en que ‘la política es servicio’, que no alcanza el tiempo para todo lo que hay que hacer, y que él –que no tiene estudios– lo que puede ofrecer es trabajo.
Su equipo está acostumbrado al ritmo. Los miércoles las reuniones de gabinete se celebran a primera hora en la Casa Grande del Pueblo. Morales es capaz de recorrer cuatro departamentos en un solo día y combina avión, helicóptero y frenéticas caravanas que lo llevan hasta los lugares más recónditos del país. En una jornada, se reúne con jóvenes, debate con campesinos, hace asambleas con indígenas y obreros e inaugura obras. Desde su equipo aseguran que el año pasado hizo bingo: terminó de conocer el cien por ciento de los municipios de Bolivia. La mayoría de las actividades no aparecen en los grandes medios de comunicación. Desde la oposición lo acusan de ser vago y de «pasarse el día viajando y jugando al fútbol».
Varias veces al día, alguien le acerca al presidente una taza con su bebida predilecta: harina de coca mezclada con agua. En síntesis, un líquido verde y viscoso que –asegura– le hace muy bien a su organismo. Morales, que surgió como líder cocalero defiende la hoja de coca hasta las últimas consecuencias.
Después de una pujante ‘década ganada’, cuando Evo mira a la región recuerda que está prácticamente solo. A su alrededor todo se derrumba (la crisis económica en Argentina, el caos político en Perú, la situación en Ecuador) y no duda en ofrecerle a su patria una cosa muy simple: estabilidad. Que, traducido a su eslogan de campaña, es ‘futuro seguro’.
Y es en ese contexto (y el de una economía que sorprende a propios y ajenos) que se anima a contar anécdotas como la siguiente: «El otro día una chica me dijo: ‘Lo voy a votar. No me gusta su cara, pero me gusta su programa’«, narró en un almuerzo del jueves 4 de octubre ante jóvenes universitarios. Es lo mismo que le promete a empresarios y a indecisos: antiimperialismo, soberanía y economía en alza.
La oposición: entre buscar el balotaje e instalar a la derecha
El primer dato político a destacar, y que a varios bolivianos y bolivianas enoja, es que la oposición no se ha sabido juntar. Por eso el segundo y tercer puesto quedarían divididos entre el expresidente Carlos Mesa (Comunidad Ciudadana) y Óscar Ortíz (Bolivia dice No).
Según las encuestas, Mesa sería el segundo después de Morales en las predicciones pero no puede asegurar conseguir una segunda vuelta. El hombre tiene historia: fue vicepresidente de Gonzalo Sánchez de Lozada (huyó en 2003 en la mitad de la guerra del gas) y luego mandatario hasta que renunció en 2005.
Pero Mesa tiene algunos problemas. Entre ellos, que le cuesta diferenciarse del Gobierno. En parte, porque fue el representante en La Haya del Gobierno Boliviano de la demanda marítima contra Chile. La contienda se perdió, pero no solamente el reclamo del mar para Bolivia sigue siendo clave para el país, sino que el ahora candidato para muchos quedó asociado al oficialismo.
Según el doctor en Ciencia Política y docente en la UCB (Universidad Católica Boliviana), el perfil de quienes lo votan es el de ‘jóvenes de clase alta con estudios universitarios‘. La idea que subyace –ante la falta de formación académica del presidente– es la de «los que gobiernan son unos ignorantes y nosotros nos lo merecemos», como si fueran reyes de nobleza desplazados del foco público. En ese contexto, «Mesa (periodista e historiador) da imagen de ilustrado, de persona que ha hecho mérito», indicó Arequipa a RT.
Su campaña se centró en mostrarse caminando por la calle: recorre el mercado, saluda gente, abraza ancianos. Pero habla de que el país enfrenta, de cara a las elecciones, una ‘emergencia democrática’. Para el analista Arequipa, la imagen de la plácida caminata no se condice con el mensaje que intenta enviar de ‘situación crítica’.
En uno de los spots de Mesa, el punto es directamente la Justicia, uno de los temas que tanto de un lado como del otro se reconoce como un pendiente. «Solo hay justicia para el que tiene plata, muchos policía son corruptos, nos roban en lugar de protegernos. Desde el primer día lucharemos contra la corrupción, reformando la Policía con capacitaciones. Los jueces y los fiscales serán reemplazados por gente nueva, contratados por sus méritos y no por sus padrinos políticos. Porque después de 13 años, ya es demasiado», dice Mesa en su spot.
Pero hay un tema más: aunque Mesa desmiente categóricamente el parecido (promete no privatizar y dice que no precisa devaluar), en las paredes de Bolivia una idea se repite: «Mesa=Macri«. Es decir, la idea de que todo se puede romper si vuelve el neoliberalismo.
En tercer lugar está Carlos Óscar Ortíz Antelo, senador nacional y representante de ‘Alianza Bolivia’, una suma de ‘Bolivia dice no’ y el Movimiento Demócrata Social. Oriundo de Santa Cruz y administrador de empresas, el hombre tiene un discurso estructuralmente liberal, aunque también en campaña asegura que no va a privatizar ni quitar los bonos sociales conquistados durante la gestión de Morales. El único matiz que agrega es que «es mejor que los maneje directamente la gente y no se lo dilapide la burocracia».
En cuarto lugar aparece el verdadero ‘outsider’ de esta elección boliviana: un pastor coreano que fundó alrededor de 70 iglesias evangélicas. Chi Hyun Chung se convirtió en la verdadera revelación. Se presenta en nombre del PDC (Partido Demócrata Cristiano) aunque sin trayectoria política. Con un discurso explícitamente machista y homofóbico, en estilo con el mandatario brasileño Jair Bolsonaro, logra captar algunos extremos de la oferta de votantes.
Por último, también se presentan Virginio Lema (Movimiento Nacionalista Revolucionario), Félix Patzi (Movimiento Tercer Sistema), Ruth Nina (Partido de Acción Nacional Boliviano y única mujer), Víctor Hugo Cárdenas (Unidad Cívica Solidaridad) e Israel Rodríguez (Frente para la Victoria).
El panorama
Según Arequipa se da una paradoja: aquellos temas sobre los que se debate mediáticamente (género, medio ambiente o incluso el referendo) no son los que aparecen en los estudios cualitativos como aquellos que modifican el voto.
Sí lo son la economía y la corrupción. «La mayoría no se siente protegido por la Policía y siente que sin dinero no puede acceder a la Justicia. Además, hay hacinamiento de causas penales y retardación», analizó Arequipa.
«Creo que lo interesante no serán tanto estas elecciones sino el período 2020 a 2025. El MAS (Movimiento al Socialismo) deberá pensar su transición. Mientras que con Ortíz buscan instalar un proyecto de derecha a largo plazo«, interpreta Arequipa. Según este analista, los municipios capitales más El Alto representan en torno al 53 % de los votos; el 5 % es el voto del exterior y el restante 43 queda por fuera de las capitales. ¿Quiénes pelean por ese voto?, se pregunta. Y su respuesta es: el Gobierno.
También está la cuestión de los indecisos, un fenómeno cada vez más frecuente: quienes deciden en el último minuto. Para Arequipa, la campaña está siendo aburrida y no hay ninguna propuesta que interpele a ese público. Además —agrega la complejidad— en Bolivia todavía el cara a cara es muy importante. «Las redes son burbujas, los indecisos no están ahí», analiza. La contienda, entonces, es en las calles.
Julia Muriel Dominzain
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