PUGNA IDEOLÓGICA

  

Jorge Zabarza 

“Revolución socialista o caricatura de revolución”, gráfica expresión de Ernesto Guevara que rebatió el mito estalinista de la “revolución por etapas” y de los frentes populares en alianza con las supuestas burguesías “democráticas y nacionalistas”. Esas burguesías de América Latina nacieron y se educaron para servir a la acumulación capital de los grandes centros europeos y norteamericanos de expansión del capitalismo. Han sido y son incapaces de imaginarse un sistema económico propio, no tienen intereses independientes del sistema capitalista mundial. La revolución cubana logró poner en práctica políticas de liberación nacional mientras transformaba el modo de producir y de participación política, transitando directamente hacia al socialismo. Hoy día, parece evidente que, al avanzar hacia una democracia avanzada, solamente se logra consolidar y fortalecer el sistema de reproducción del capital.  

Claro que, el motivo de la gran disrupción con el estalinismo criollo provino de la prédica de Guevara en favor de los estímulos morales (“el comunismo es un hecho de consciencia”). El tránsito revolucionario que proponía Guevara recorría una senda muy diferente a la emprendida por quienes utilizaban las armas melladas del capitalismo en el “socialismo real”.   

Por otra parte, la apelación al “deber de todo revolucionario”, o sea, a la responsabilidad política individual, provocó tremendas consecuencias transformadoras en la subjetividad latinoamericana. En respuesta a ella, colgaron la mochila al hombro De la Puente Uceda y Héctor Béjar en Perú, Douglas Bravo, Francisco Prada y Fabricio Ojeda en Venezuela, Carlos Fonseca en Nicaragua, Ricardo Masetti en Argentina y Turcios Lima y Yon Sosa en Guatemala. Trepar las sierras fue su forma particular de expresar el espíritu general que conmovería la humanidad en 1968.    

El 10 de agosto de 1967 Fidel cerró la primera conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad en el Teatro Chaplin de La Habana. Su memorable discurso denunciando la ayuda financiera y técnica que el “campo socialista” prestaba a los mismos países que expulsaron a Cuba de la OEA y bloquearon su economía. El abrumador aplauso las delegaciones presentes rubricó la condena. Sin embargo, el presidente de la delegación uruguaya, Rodney Arismendi, permaneció de brazos cruzados, mientras Raúl Castro le aplaudía en la cara. Arismendi fue solamente acompañado por el embajador de la URSS y por varios periodistas soviéticos. José Díaz, Reinaldo Gargano y el resto de la delegación uruguaya aplaudieron entusiasmados. Se declaró la independencia de la revolución latinoamericana por mayoría absoluta. 

Luego, Fidel se explayó condenado las agresiones de los EEUU a revolución cubana. Destacó la resistencia armada de los negros en Estados Unidos que “no necesitaron apelar a ninguna filosofía, y mucho menos a una filosofía revolucionaria, para justificar la inacción”. El camino de la revolución era un camino de lucha: “Que nadie se haga ilusiones de que conquistará el poder pacíficamente en ningún país de este continente, que nadie se haga el ilustrado y el que pretenda decir a las masas semejante cosa, las estará engañando miserablemente”. (…) “Esto no quiere decir que hay que agarrar un fusil mañana mismo, en cualquier sitio y empezar a combatir”

Tampoco “quiere decir que la acción deba esperar al triunfo de las ideas. Este es un punto esencial de la cuestión: los que creen necesario primero que las ideas triunfen en las masas antes de iniciar la acción, y los que comprenden que, precisamente, la acción es uno de los más eficaces instrumentos de hacer triunfar las ideas en las masas”. 

Basta con que las ideas revolucionarias sean asumidas por un número suficiente de personas, las necesarias para la expedición del Granma, por ejemplo. “De lo que se trata es de la pugna ideológica entre los que quieren hacer la revolución y los que no quieren hacerla, es la pugna entre los que quieren hacerla y los que la quieren frenar”. Esa batalla de ideas todavía sigue en pie.

El clima en 1968 

El 5 de enero de 1968 se produjo un cambio notable en la jerarquía del estalinismo checoeslovaco. Novísimo secretario general, Alejandro Dubcek inició un proceso de reformas dirigido a trasladar el quehacer político hacia las bases, hacia los consejos organizados por obreros, estudiantes, artistas, académicos y cooperativas de campesinos. Es cierto que Alejandro Dubcek empujó “la primavera de Praga” desde las alturas, pero, en definitiva, emprendía un regreso a los orígenes ideológicos de la revolución del ’17. Nadie podía extrañarse, entonces, que la burocracia estalinista -principal beneficiaria del estado de cosas- se opusiera violentamente a las reformas. 

El 21 de agosto de 1968, el ejército de la URSS invadió Checoeslovaquia. Aun así, el fenómeno no se detuvo hasta fines de 1969. El soplo primaveral contribuyó a la ruptura de la disciplina intelectual que aprisionaba las ideas en las redes de los esquemas estalinistas. En los hechos, fue el inicio del quiebre que años después haría implosionar la URSS, el Ejército Rojo y el “campo socialista”, permitiendo aflorar a superficie la restauración del capitalismo llevada a cabo por el PCUS. El estalinismo fue el principal responsable de que millones de personas hayan involucionado y adoptado las ideas liberales.     

A principios de 1968 también fue la ofensiva del Tet. El 31 de enero, vietnamitas del norte y del sur, soldados de línea y guerrilleros experimentados, atacaron las principales ciudades del Vietnam ocupado por los Estados Unidos. Tres semanas duró la batalla en Saigón: ¡Llegaron a tomar por asalto la embajada de los gringos!

Los revolucionarios ocuparon la emblemática Hué, que fue prácticamente arrasada por la aviación yanqui. ¡Los pueblos del mundo sonreían con la paliza que sufría el ejército que Hollywood mostraba invencible! Finalmente, después de meses de combate, guerrilleros y ejército regular debieron replegarse, desgastados por la superioridad tecnológica y desilusionados porque no se dio la esperada insurrección popular en Saigón. 

Sin embargo, gracias al Tet, los estadounidenses se dieron cuenta que los “marines” y “boinas verdes” no podían vencer al pueblo organizado y armado. Descubrieron que sus gobernantes les habían mentido a la par que eran responsables de crímenes de lesa humanidad. La ofensiva provocó una explosión de protestas estudiantiles contra la guerra en el corazón del imperio. Al mismo tiempo el pueblo vietnamita desvirtuó la tesis de la coexistencia pacífica con los EEUU, estrategia que solamente respondía a los intereses de la URSS en la competencia por la hegemonía del mundo. 

En abril millones de estudiantes universitarios y de secundaria pacifistas, se solidarizaron con sus pares violentamente reprimidos en Berkeley, California. En agosto y durante seis días 10.000 manifestantes rodearon la convención demócrata en Washington y resistieron la represión brutal de 23.000 policías y guardias nacionales. La juventud del imperio rechazaba el servicio militar y la invasión a Vietnam. Clima que se reflejó más tarde en el festival de Wodstock. 

Primavera de Praga y ofensiva del Tet y… el Black Power. En 1968, el 4 de abril, asesinaron a Martin Luther King en Memphis, crimen político cometido por las instituciones del Estado, como está harto comprobado por los documentos desclasificados de la CIA. El discurso de King estaba derivando hacia la crítica al capitalismo, responsable en definitiva de la pobreza y la opresión de los afroamericanos, el racismo visto como una necesidad del sistema. De hecho, King estaba abocado a preparar una protesta contra la pobreza y la guerra de Vietnam en Washington el 22 de abril. Las movilizaciones afroamericnas estaban sensiblemente marcadas por la memoria de las muy recientes represiones en Chicago (1966), las que dieron lugar al denominado “verano caliente” meses más tarde. Los acontecimientos parecían dar razón a Malcom X, también asesinado por la CIA, que consideraba agotado el tiempo de los reclamos por la vía pacífica y de la desobediencia civil.

La evidente intervención estatal en ambos asesinatos no pudo impedir que la Olimpíada de 1968, organizada por el criminal gobierno mexicano, fuera un escenario para la acción directa del Black Power, el poder de los Panteras Negras estadounidenses. Dos atletas estadounidenses, ganadores del oro y la plata en los 200 metros llanos, subieron al podio calzando unos largos calcetines negros y con un guante igualmente negro recubriendo su brazo izquierdo. Al recibir los premios enarbolaron el puño izquierdo en un mensaje claro de rebeldía, un grito de guerra contra el racismo remanente de la esclavitud.

París, México y Medellín

 París también tuvo su ’68. El de las ocupaciones de las universidades de Nanterre y de la Sorbona en el mes de mayo. Los estudiantes salieron a las calles de las ciudades francesas tras la consigna emblemática de la imaginación al poder, la pugna ideológica en versión parisina, rechazo radical a la concepción burocrática de la enseñanza superior. Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre añadieron otra dimensión intelectual al movimiento.

Barricada a barricada, varios grupos de obreros industriales, tan jóvenes como los universitarios, se fueron sumando a la protesta estudiantil del Barrio Latino y arrastraron al movimiento sindical a la lucha. El 13 de mayo un millón de personas manifestaron contra la represión. La revuelta terminó siendo una huelga general con 9 o 10 millones de trabajadores parados, la mayor de la historia de Francia y tal vez de Europa. Al año siguiente fue el “otoño caliente” en Italia con manifestaciones multitudinarias en Turín, Milán y Génova. Una réplica del terremoto parisino.

Hubo una versión mexicana del ’68. Culminando una serie de protestas, el 2 de setiembre, a diez días de inaugurarse los juegos olímpicos en México, unos 10.000 estudiantes de la UNAM se concentraron en la plaza de las Tres Culturas, barrio de Tlatelolco. Era una pacífica concentración: “no queremos olimpíadas, queremos revolución”. Sorpresivamente sobrevolaron la zona de Tlatelolco dos helicópteros que lanzaron bengalas, una señal de atacar dada a las fuerzas policiales y militares. 5.000 soldados y 200 tanquetas arremetieron apoyados por los disparos de francotiradores apostados en las azoteas y edificios. La impiadosa represión dejó de 300 a 400 cadáveres tendidos sobre la plaza, algunos de ellos de personas que no participaban de la concentración. Más de 1500 personas fueron detenidas en la ocasión. 

La iglesia católica sufrió un cimbronazo en el ’68: en agosto/setiembre se realizó en Medellín una asamblea de la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM), la iglesia latinoamericana y caribeña se independizó de la iglesia europea. A partir de entonces se intentó dejar de ser la iglesia europea en América Latina para fundar una iglesia que diera respuesta a los problemas propios de la realidad social y política latinoamericana. En particular era una respuesta a la instalación en Brasil de la doctrina de la seguridad nacional en 1964. En definitiva, de esta manera los obispos se integraron a la lucha por la descolonización del Tercer Mundo, en especial apoyan el proceso de la revolución cubana. La iglesia tercermundista que desenterró el mensaje pastoral y retomó la opción por los pobres que había pautado la historia de vida de Jesús. En Medellín la iglesia latinoamericana impulsó a muchísimos de sus sacerdotes a compartir la vida con los pobres y alejarse definitivamente de las clases dueñas del poder económico y político. Medellín también abrió camino a una nueva forma de hacer teología: la Teología de la Liberación que un año antes había tomado forma escrita en la pluma de Gustavo Gutiérrez (Perú).  Finalmente, la asamblea de Medellín significó un espaldarazo a las Comunidades Eclesiásticas de Base, la forma organizativa de la opción por los pobres y de la teología de la liberación.

Impresiona la forma en que se apretaron los acontecimientos en el espacio de pocos meses y la sensibilidad con que la humanidad recibía el mensaje y se contagiaba la rebeldía. Muy nervioso, el arriba delineó un territorio de violencia que obligó a defenderse y a expresar las ideas a puro músculo. Soplaron, entonces, vientos de pueblo en todo el mundo. El relato parece hablar por sí solo, pero… ¡qué difícil es transmitir hoy aquella necesidad que impulsaba a navegar y a dejar de lado la necesidad de vivir! 

La ciudad maravillosa  

Las movilizaciones estudiantiles también marcaron el ’68 brasilero. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en México o Francia, el Brasil había sido aplastado por una durísima dictadura militar. No era muy sencillo sublevarse. En 1968 hacían ya 5 años que el Congreso -órgano presumiblemente democrático- había ungido presidente al mariscal Humberto Castelo Branco. Fue el primero de todos los golpes dados por los golpistas seriales diplomados en la Escuela de las Américas. Al presidente Joao Goulart lo derrocaron para impedir sus “reformas de base”, en especial la reforma agraria. 

El detonante fueron los 2.000 marineros y fusileros navales reunidos en asamblea en el sindicato de metalúrgicos. Habían sido convocados para hacer sus propios reclamos, pero terminaron apoyando las reformas de Jango. Desacataron de hecho la orden del ministro de defensa prohibiendo la asamblea. Invitado, concurrió al desacato el diputado federal Leonel Brizola, ex gobernador de Río Grande do Sul. El líder de los amotinados fue el marino José Anselmo dos Santos, alias el “cabo Anselmo” que, años más tarde, se reveló como un traidor imperdonable, autor material de la matanza de Araguaria. 

El partido de los estalinistas brasileros se negó a asumir el rol de caudillo de la resistencia y confió la conducción a los sectores “democráticos y nacionalistas” de la burguesía nacional y de la oficialidad de las FFAA. El quietismo provocó virulentos debates internos y divisiones. Militante comunista desde muy joven, preso político varias veces, la última de ellas luego del golpe militar, luego de haber sido herido de un balazo en el pecho, Carlos Marighella dejó sentada en una carta al PCB su “disposición a luchar revolucionariamente junto con las masas y jamás quedar a la espera de las reglas del juego político burocrático y convencional que impera en la dirección”. 

Consecuente con la determinación proclamada, Marighella participó en la conferencia de la OLAS. Al regresar de Cuba fue expulsado del partido cuyo comité central integraba. Era la cara más innoble del debate interno. Junto con Joaquín Cámara Ferreira y otros disidentes crearon la Acción Libertadora Nacional (ALN) y se plegaron a la lucha guerrillera. Poco después surgiría el Movimiento Revolucionario 8 de octubre (MR8) que coordinó acciones con la ALN y juntos pusieron en jaque al régimen de los militares. 

El asesinato en Rio de Janeiro del estudiante de secundaria Edson Luis de Lima (28 de marzo), hizo detonar una serie de protestas masivas y radicales. En el mes de junio el movimiento culminó con la Marcha de los Cien Mil por la ciudad. El espíritu del ’68 decía presente en el Brasil sometido a represión.   

Al finalizar el año la dictadura promulgó el Acta Institucional N°5, clausurando el Congreso. Ya no le importaba dejar una imagen de legalidad. El general Costa e Silva decretó el estado de sitio permanente, disolviendo el cómplice parlamento. Un golpe dentro del golpe. El terreno institucional quedó pronto para que Emilio Garrastazú Médici diera un sesgo aún más represivo a la dictadura, fueron los “años de plomo”. Sin embargo, esa opción del Estado por la violencia creó condiciones para el surgimiento y la reproducción de organizaciones de resistencia armada. Desde 1969 se sumarían a la lucha guerrillera el capitán Carlos Lamarca y la Vanguardia Armada Revolucionaria (VAR-Palmares), la guerrilla de Araguaria y el proyecto guerrillero de Caparao con militantes de Brizola. La violencia siempre se origina en la cumbre de la pirámide.

El “Cordobazo”

Ni el sistema de partidos ni el movimiento popular argentino se propusieron en resistir el golpe militar de Juan Carlos Onganía en 1966. Líder de la mayoría electoral y de la fuerza política determinante, Juan Domingo Perón ordenó “desensillar hasta que aclare”. De hecho, lo mismo hizo el radicalismo, el otro partido mayoritario. Una parte del movimiento sindical fue “colaboracionista” y otros “participaron” de la dictadura. Se crearon demasiadas falsas expectativas hacia los golpistas.   

Hubo un vacío de resistencia, pero, como las espaldas de los trabajadores no soportaban más, liderada por Raymundo Ongaro, surgió la CGT de los Argentinos y su planteo firme y radical de los reclamos sindicales y de las denuncias del régimen militar. Finalmente, los bolsillos vacíos arrastraron la CGT entreguista a convocar un paro general de 24 horas, pero, los sindicatos cordobeses que compartían la mirada de Agustín Tosco y la CGTA, decidieron extender el paro a 36 horas. A la movilización se sumaron los estudiantes que repudiaban los recientes asesinatos cometidos por la policía al reprimir manifestaciones estudiantiles en Corrientes y Rosario. 

El 29 de mayo de 1969 la marcha de los obreros y estudiantes cordobeses fue agredida con gases y balazos por los cuerpos policiales. Antes del mediodía ya había cuatro obreros muertos. La manifestación reivindicativa de los sindicatos transmutó en sublevación política popular contra la dictadura. Abel Boholavsky relata como “a fuerza de coraje. con rudimentarias hondas con recortes de acero, bombas molotov y algún que otro revólver de bajo calibre, la inmensa manifestación hizo retroceder a la Caballería y a muchos patrulleros. Y se armaron las primeras barricadas. Ahí apareció un lienzo blanco con letras negras: “Viva la lucha obrera y popular”. El gobernador de Córdoba decretó el Estado de Sitio y la intervención del ejército. Los milicos dejaron varios cadáveres tendidos en las calles. Ya había pasado 1968, pero, fue el mismo soplo sagrado de Vietnam, Chicago y México el que incendió los corazones de los cordobeses. 

La Huelga General de 73 en Uruguay y el “Cordobazo” en Argentina fueron los dos fenómenos de masas más importantes en la historia del Río de la Plata. Ambos lograron que el imaginario popular condenara para siempre las tiranías que enfrentaron. El “Cordobazo”, además, incubó a dos importantísimos recién nacidos: el movimiento sindical clasista (la CGT de los Argentinos) y las organizaciones revolucionarias armadas. Las ideas socialistas y revolucionarias se popularizaron en una dimensión hasta entonces desconocida. Se impusieron al liberalismo reaccionario de la dictadura, al oportunismo de Perón y al entreguismo del partido estalinista. En la disputa muscular se crearon condiciones para que un importante sector de masas se identificara con la revolución social.

Consecuencia y respuesta 

El ’68 uruguayo, por su parte, quedó asociado al proceso de militarización de la sociedad conducido por Jorge Pacheco Areco. En diciembre de 1967 y en su primera semana de presidente, clausuró “Época” y “El Sol” y proscribió media docena de organizaciones políticas. Con Pacheco la oligarquía asumió directamente el gobierno (Peirano Facio, Frick Davies). El 13 de junio de 1968 decretó sus primeras medidas prontas de seguridad, régimen bajo el cual gobernaría 1.117 días, hasta 1971. Quince días después decretó la congelación de salarios, medida dirigida directamente al bolsillo del pueblo trabajador. El 28 de junio militarizó a 5.000 bancarios. Hubo detenciones masivas de luchadores sociales. Se llenaron los cuarteles.

Obligado, el movimiento popular salió a dar la pelea. El 1° de mayo del 1968 se luchó a brazo partido con la policía y con la guardia de corps que protegía al Centro Militar. El 14 de agosto murió Líber Arce, herido por un balazo policial dos días antes. Lo siguieron los asesinatos de Hugo de los Santos y Susana Pintos. En enero del ’69 un militar exorbitado dio muerte a sangre fría al municipal Arturo Recalde. Completaban el panorama las agresiones de los grupos fascistas, que venían creciendo desde 1965.  

En respuesta al marco de calles ensangrentadas y autoritarismo ilegal, el MLN (Tupamaros) encontró en una situación que favorecía, por primera vez desde su nacimiento, su irrupción en el escenario público. El 8 de octubre de 1969, a dos años del asesinato de Ernesto “Ché” Guevara, 49 tupamaros organizados en seis grupos tomaron por asalto cinco puntos de la ciudad de Pando y los mantuvieron durante 20 minutos. Fue una demostración de fuerzas destinada a crear la sensación de que existía un poder contrapuesto al del Estado, a inducir el imaginario de una futura toma de Montevideo. 

En la retirada se produjeron varios enfrentamientos a los tiros con la policía. Una vez detenidos, Jorge Salerno, Alfredo Cultelli y Ricardo Zabalza fueron asesinados. En la balacera entre tupamaros y policías recibió un balazo mortal Carlos Burgueño, vecino que nada tenía ver con los hechos. Fueron apresados cerca de la mitad de los jóvenes revolucionarios que intervinieron en la operación; ls presencia de periodistas impidió que varios de ellos fueran ejecutados. El resto, como José Mujica, lograron retirarse hacia la costa canaria. 

Sin embargo, pese a la evidente derrota sufrida, la consecuencia fue la sorprendente masividad de la incorporación de nuevos militantes al movimiento guerrillero. ¿Cómo explicar que tantas y tantos decidieran arriesgar su libertad o su vida? Fue una expresión local del clima subjetivo que agitó la humanidad en aquellos años finales de los ’60, un clima que hoy puede parecer fantasía, pero que, en aquellos tiempos revueltos, determinó los comportamientos individuales de cientos de miles de mujeres y hombres. Esa sensibilidad las y los identificaba con la primavera de Praga, la ofensiva del Tet y la lucha del Black Power. Nos sentíamos en Plaza de Tlateloco y en el Cordobazo. Desde Quebrada de Yuro, el Ché llamaba a montar los Rocinantes.

Por otra parte, todas y todos tenían un familiar o un amigo detenido por las medidas de seguridad y sometido a formas de tortura… ¿Cómo extrañarse que muchas y muchos vieran en la acción armada una posible respuesta política a la creciente represión? ¿No era ésa la palabra justa para el momento? 

Las acciones en Pando fueron consecuencia y respuesta a la subjetividad imperante, expresaron la bronca acumulada contra la dictadura encubierta del pachequismo. Aunque anidaban en las entrañas del principal núcleo guerrillero, el aparatismo y el militarismo todavía no habían hecho olvidar que hacer política, sea desarmada o armada, es tender puentes en el pueblo, como solía decir Raúl Sendic. Antonaccio. Nunca cortarlos y terminar aislado. 

Mientras se pueda hay que seguir batallando con las ideas, de una u otra forma.

Jorge Zabalza