Alberto Rodríguez García
Azneve Ohanian caminaba por el desierto de Deir Ezzor bajo el sol abrasador y sin nada que comer, con su hermano pequeño a la espalda, mientras las fuerzas otomanas masacraban al resto de su pueblo. Hakob, de la aldea de Karmounj, también recorría el desierto árabe atravesado por el mismo río Éufrates al que los otomanos lanzaban las cabezas de los armenios a los que decapitaban con sus hachas. El por entonces cónsul de Estados Unidos en Alepo, Jesse B. Jackson, escribía el 5 de junio de 1915 que se estaba llevando a cabo «un plan cuidadosamente preparado para extinguir completamente a la raza armenia». Pocos días después, el embajador norteamericano en el Imperio Otomano, Henry Morgenthau, enviaba una carta al Departamento de Estado en la que lamentaba que «una campaña de exterminio racial estaba en curso».
Un siglo después y a pesar de las presiones turcas, el Congreso de los EE.UU. se ha unido a los 31 países que ya reconocían aquella masacre como el ‘Genocidio Armenio’. Aunque el término genocidio no se define hasta 1944 durante los juicios de Nuremberg, se estima que en en el s.XX durante la consolidación de los estado-nación más de 60 millones de personas fueron asesinadas en un intento de liquidar grupos étnicos concretos. Solo la islamista Ilhan Omar, partidaria de los Hermanos Musulmanes y la Turquía de Erdogan, y otros 10 congresistas, nueve de ellos republicanos, se han negado a reconocer el genocidio. No sorprenderá a nadie comprobar que, a poco que se escarbe, la mayoría de estos congresistas que han votado contra el reconocimiento del genocidio tienen algún tipo de relación con Turquía o empresas turcas.
El exterminio
Turquía a día de hoy sigue negando el genocidio armenio, aunque es difícil encontrar otras palabras para calificar la deportación y el exterminio de más de un millón de personas de una etnia concreta por parte de otra etnia.
«Reconocer el genocidio es el primer paso para honrar la memoria de las víctimas del ‘primer genocidio del siglo XX’. Reconocer que Turquía ha exterminado sistemáticamente a cristianos griegos, armenios y asirios es el primer paso para prevenir nuevos genocidios en un país en el que aun siendo multiétnico todavía se castiga con hasta tres años de cárcel ‘la denigración de la turquicidad'».Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo.
Cuando los Jóvenes Turcos liderados por Enver Pasha se alinearon con Alemania en la Primera Guerra Mundial después de haberse hecho con el control del Imperio Otomano en 1908, los revolucionarios armenios de fe cristiana vieron la oportunidad de aliarse con Rusia para independizarse de un imperio decadente que se batía en retirada tras perder decenas de miles de hombres en el Cáucaso. Fue entonces cuando motivados por la promesa británica de un desembarco en Adana, los cristianos armenios iniciaron una insurrección que el Imperio Británico finalmente no pudo respaldar tras la derrota de Galípoli donde perdieron un cuarto de millón de soldados y la posibilidad de conectar la Triple Entente.
Con el Imperio Ruso amenazando las posiciones otomanas en Anatolia, con la insurrección de los revolucionarios armenios y con la Gran Revuelta Árabe que se gestaba en el Levante, Enver Pasha entró en pánico, por lo que los dirigentes otomanos desde Estambul ordenaron la deportación masiva de los armenios del este de Siriautilizando a irregulares de las tribus kurdas como los verdugos del imperio; con carta blanca para violar, robar y asesinar.
El negacionismo
El argumento principal que esgrimen los turcos para negar el genocidio es que las muertes fueron la consecuencia, nunca la intención. Sin embargo, el historiador Taner Akçam, que lleva décadas estudiando el exterminio de los armenios, confirma la autenticidad de dos cartas escritas el 3 de marzo y 7 de abril de 1915 por Bahettin Åžakir, el líder por entonces de la Organización Especial (TeÅŸkilât-ı Mahsusa, las Fuerzas Especiales del Imperio Otomano, similares a los NAVY Seal o Spetznas) en la que aseguraba que el Comité de Unión y Progreso (los Jovenes Turcos de Pasha) había decidido ya en 1914 exterminar a los armenios de Turquía. El historiador incide en que la decisión la tomaron primero gobernadores locales que no ocultaban sus pretensiones de aniquilación.
Reconocer que hubo un exterminio sistemático de armenios junto a otras comunidades cristianas en el Imperio Otomano no va a cambiar la historia. Tampoco va a hacer que los armenios dejen de ser una de las comunidades más dispersas a lo largo del mundo. Pero reconocer el genocidio es el primer paso para honrar la memoria de las víctimas del ‘primer genocidio del siglo XX’. Reconocer que Turquía ha exterminado sistemáticamente a cristianos griegos, armenios y asirios es el primer paso para prevenir nuevos genocidios en un país en el que aun siendo multiétnico todavía se castiga con hasta tres años de cárcel «la denigración de la turquicidad»; recordando el supremacismo de un gobierno que todavía comete persecuciones étnicas y que por su turquificación forzosa, para finales de 2019 habrá acabado con tres culturas. Para los armenios, reconocer la verdad es su venganza.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.