Leonardo Rossiello Ramírez | Política y sociedad / LA NUEVA MAR EN COCHE
Parece mentira, pero el POTUS se enteró de que hay protestas en algunos países y me pidió un informe al respecto. Puse manos a la obra. Uf. No es fácil ser consejero de seguridad. Como la Casa Blanca es un verdadero relajo, me permití compartir una parte del informe contigo, lector de «La nueva mar en coche». Solo una parte, y de la más general. Es que en este pasquín son rigurosos con el uso y abuso del tiempo del lector. Igual, el presi ni se entera. Y si se entera capaz que hasta le parece bien. «Cualquier cosa con tal de estar yo en el centro de la atención» parece ser su lema. Además, como creo que consta a través de sus más de mil trinos emitidos hasta ahora, la confidencialidad no es su lado más fuerte.
Señor presidente: las protestas, aunque usted no lo crea, son parte esencial de la cultura humana desde tiempos inmemoriales. Y, por cierto, pueden llegar a extremos como el terrorismo sexual de las mujeres que en el año 411 a. C. hicieron una huelga de vaginas para protestar, según testimonia Aristófanes (si le preguntan, diga usted que fue un teatrero), en su obra Lisístrata (en griego significa La que disuelve el ejército). Esa terrorista dirigió así una protesta contra la guerra.
En efecto, como usted bien observó, hubo una serie de protestas en algunos, pocos, países y ciudades del mundo. Las que ahora le interesan, están en marcha o fueron recientes entre otros en Chile, Ecuador, Bolivia, Honduras, Haití (si le preguntan, diga usted que son países que están allá lejos, del otro lado del muro) y además en Hong Kong, Irak, Líbano y Cataluña (es una región de España).
Si le preguntan por las causas de las protestas, diga usted que muchas (porque, observe, algunas las implementamos nosotros) son el resultado de la organización terrorista Encuentro Internacional de Protestones, que está implementando las resoluciones de su más reciente congreso. Paso ahora a resumirle cada una de ellas (cada tumulto de protestones tendrá un desarrollo en informes separados que le adjunto), empezando por las del país que más amenaza nuestra seguridad.
Las protestas de Hong Kong (es una ciudad autónoma de China, donde funcionan ciertas libertades) consistieron en manifestaciones de jóvenes que nuestros agentes impulsaron (esto no lo mencione, señor presidente) para exigir un proyecto de ley de extradición que organizó Carrie Lam, la mandamás de la ciudad. Lo que le interesa saber es que el presidente Xi Jingping se enteró de las protestas, pero creyó que se trataba de un juego de realidad virtual aumentada que habían desarrollado en Hong Kong. Se reunió con Lam y la felicitó por el desarrollo tecnológico del juego. «El modelo “Un país, dos sistemas†alcanzó una cota con este juego virtual», le dijo. Agregó que, si en China continental regía el capitalismo duro y puro, era admirable que en Hong Kong existiera además un juego virtual con la posibilidad de que los terroristas pudieran protestar y encima ser reprimidos.
Considere, presidente, que puede ser simpático para su imagen que usted emita un trino acerca de las protestas en Haití (es media isla, cerca de nuestro Puerto Rico en el Caribe; está poblada por negros que hablan una especie de francés. Tuvieron huracanes y terremotos, cero interés económico para nosotros). Porque nadie habla de ellas. Quizá porque no se entiende qué quieren en esa jerigonza semifrancesa que hablan y también porque es el país más pobre de América Latina. Usted puede brillar comentando que protestan contra el empresario y presidente Jovenel Moïse, al que acusan de malversación de fondos, y contra la corrupción en general. Si le preguntan, diga usted que lamenta las decenas de muertos. Pero tenga cuidado, porque esos fondos llegaron de Venezuela en forma de ayuda.
Respecto a las protestas en Chile, lo que es más importante a resaltar es el éxito que ha tenido a lo largo de los años la implementación en ese país de las recetas de nuestros Chicago Boys. Si le preguntan, diga usted que se trata de protestas del primer mundo. Usted estuvo muy bien hace unas semanas al seguir mi consejo (que para eso me paga) y mediante trinos advertir de la injerencia extranjera en Chile, pero ahora la situación cambió. Un poquito, pero cambió. Ahora hay muchas decenas de muertos y más de mil heridos y un vagón al cubo de detenidos. Los terroristas lograron hacer una marcha de un millón y cuarto de personas, los sindicatos se sumaron a los estudiantes, hubo huelga general, hubo toque de queda, además de que el oasis del que hablaba Piñera (es el presidente, atención, con eñe) tuvo que suspender la realización de dos cumbres: la reunión de líderes en el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico y la organización de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2019. Por eso le recomiendo en este caso tener prudencia con lo que dice. Si dice algo, sostenga que es el resultado de agentes bolivarianos pro Maduro y de la implementación de las resoluciones del congreso de los protestones (ver más arriba). Agregue que el pueblo chileno is very, very, very… ¡qué sé yo! ¿Great?
También las protestas de Ecuador siguen creando problemas. Cuando compramos a Lenín Moreno no podíamos saber que iba a ser tan torpe. Está como paralizado. Pero al hecho, pecho, señor presidente. Pese al nombre, es el presidente; sucedió al bolivariano Correa. Tome nota: el país tiene petróleo y banano, aunque también muchos negros e indios. Lo que a usted le interesa retener es que las protestas las desencadenó él, cuando anunció medidas económicas y propuestas de reformas para estimular la economía. Eran medidas sensatas, neoliberales, como la liberación del precio del diésel y la gasolina, la reducción del impuesto a los vehículos, nuevas modalidades de contratos y el despido de burócratas de la administración. Sin embargo, como podía preverse, fueron aprovechadas por los terroristas para organizar protestas. Esperemos que haya aprendido la lección y sepa que las medidas primero se implementan y después, si acaso, se anuncian, y no al revés. Si le preguntan, diga usted que le parece muy poco el arresto de apenas 1 300 revoltosos y mucho las concesiones que tuvo que hacer a los indígenas, que en realidad están manipulados por los agentes de Maduro.
Las protestas en Honduras tienen antecedentes con la treintena de muertos en las protestas por el fraude con el que llevamos al poder a Juan Orlando Hernández hace un par de años. Atención, ahí se metieron la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidad para los Derechos Humanos y Amnistía Internacional, organizaciones copadas por activistas de izquierda, pero bastante prestigiosas. Prudencia acá. El asunto es que el hermano de nuestro títere, Tony Hernández, fue declarado culpable de narcotráfico por un tribunal de esa ciudad nuestra que usted tanto quiere y que tan, tan, tan mal lo ha tratado a usted, señor presidente: Nueva York. Parece ser que el Tony recibió dinero del Chapo Guzmán para financiar la campaña de Juan Orlando. Aprovecho la oportunidad para aconsejarle que se ocupe de que en el futuro hagamos este tipo de operaciones en forma directa. Ya los narcos de ahora no son tan confiables como antes. El caso es que los terroristas aprovecharon para organizar las protestas. Lo de siempre, violencia, presos, muertos. Usted diga, si le preguntan, que apoya las medidas tomadas por el legítimo presidente elegido en elecciones limpias y democráticas. De fraude, nada; de corrupción, que es asunto de la justicia. Ni mencione el dinero narco.
Hasta aquí me dieron espacio, lector. Sigue el informe general sobre las protestas en cuatro países más, con adjuntos específicos más en profundidad. No porque crea que el POTUS los vaya a leer, sino porque hay que hacer un buen trabajo. Espero que tú, lector, te des cuenta ahora de la responsabilidad que supone mantener bien informado al POTUS para que no meta la pata en sus trinos cotidianos. Aunque hay gente que ahora le está buscando la quinta pata al gato y está examinádolos. Como dijo Bolsonaro, deben de ser agentes de izquierda. Hay que estar preparados.
Leonardo Rossiello Ramírez
Nací en Montevideo, Uruguay en 1953. Soy escritor y he sido académico en Suecia, país en el que resido desde 1978.