La gravedad de la hora

Por: María Alejandra Díaz 

Época de turbulencias y peligros vive la República. Enemigos externos e internos, abiertos o encubiertos, operan tratando de descuajarnos. Hace un año, el 23F, tensionaron hasta casi romperla, la delgada cuerda. A través de las fronteras de Bolívar y Táchira, intentaron una invasión armada a la República, repelida por un pueblo valiente. Esa batalla en medio de la criminal guerra irrestricta, sin duda alguna la ganamos gracias a los héroes conocidos y anónimos que la enfrentaron.

Preocupa la otra batalla, librada desde la cotidianidad que afecta la moneda, el territorio, la seguridad y movilidad ciudadana. Colombia, no la Colombia bolivariana, Columbia DC, responde a los intereses anglosionistas, expansionistas, saqueo, ocupación, «extensión del espacio vital». (Ratzel)

Nos aplican geometría inversa y de la ocupación, reorganizan los espacios con micro tácticas y operaciones. Perforan la frontera, haciéndola líquida, fundiendo el tejido social a su lógica criminal: redes múltiples difusas en unidades pequeñas semiindependientes que operan con sinergia generalizada: paramilitarismo. Nuevas tácticas de guerra no lineal, amorfas, sin flancos, móviles, cambiantes y preparadas para todo, modelo sionista israelí de invasión.

Redes criminales expresadas en contrabando de extracción, ataque y desaparición del bolívar, desterritorialización, expulsión, ocupación y desplazamientos, crimen transfronterizo y transnacional, asesinatos, trata de seres humanos, narcotráfico, economía sumergida y transculturación. Maniobras complejas, caóticas, generan adormecimiento y normalización de la violencia, haciéndola cotidiana.

La intoxicación del territorio intangible de la venezolanidad, aturdimiento total de nuestros vínculos sociales y comunicacionales, ocasiona un daño espiritual diseñado para la destrucción masiva social. Desgarran el espíritu de la nación, atacando al Ser de la República, su sustrato, su carne, a Bolívar, base de nuestro gentilicio.

Ablandamiento para anarquizarnos. Tratan de frenar la revolución iniciada por Bolívar, reimpulsada por Chávez: política y social, cultural, jurídica económica e histórica. Nos desalientan y aturden para desviarnos del azimut colectivo bolivariano.

Esa lucha está más viva que nunca. El neoliberalismo nos acecha en forma de ocupación silente. Vuelta al consenso de Washington en lo económico, en lo geopolítico la Doctrina Monroe: control de las fronteras, administrándolas geopolíticamente. La imposición de la ilegalidad de facto mantiene separados a los países nuestro americanos controlando su territorio, población y recursos.

Corresponde no sólo a los héroes y heroínas del 23F, defender la patria y responderle a la oligarquía colombiana y transnacional con sus mismas armas: leyes inexpugnables, poder judicial íntegro que castigue a los traidores, Banco Central que defienda el Bolívar y acciones ante instancias multilaterales que desnuden el asedio y la ocupación criminal no sólo en lo territorial, jurídica, monetario, comercial, militar y culturalmente también.

Estaríamos así cumpliendo con el mandato del Libertador: «la nación que quebrante primero la ley, es la única que puede llamarse infractora: y es la sola responsable de este atentado. El enemigo que se sirve de las mismas armas con que se le ofende no hace sino defenderse. Esta es la ley más antigua y la más universalmente conocida y practicada».

Simetría en la ofensiva, responder a los ataques desde Colombia mediante un sistema estratégico no lineal y no serial, aplicarles inteligencia de enjambre, que nos permita consolidar definitivamente el triunfo épico, trascendental del 23F. Nuestra respuesta debe obedecer a la institucionalidad histórica del 5 de Julio frente a la geometría del imperialismo de acumulación por desposesión y evitar convertirnos, una vez licuados, en la retaguardia estratégica de la corporatocracia mundial.