La Guerra Fría puede haber terminado hace décadas. Fidel Castro falleció hace años. Pero la batalla de las ideas que el líder cubano puso sobre el tapete mundial, sigue muy vigente.
Los ataques contra los medios, al estilo del mandatario estadounidense, se están expandiendo como un virus. No obstante, también se alza la defensa de la libertad de expresión y, como dijo Glenn Greenwald, ‘el coraje es contagioso’.
La primera década de los 2000 fue de progreso y unión latinoamericana. La segunda década ha estado llena de divisiones, crisis y golpes.
Eva Golinger cede su espacio mensual al análisis realizado por uno de los perseguidos por el régimen de facto en Bolivia, cuyo nombre ha reservado por el grave peligro que está actualmente enfrentando.
Es evidente el sesgo mediático de algunos medios que satanizaron al gobierno de Venezuela durante las protestas violentas de la oposición, pero hoy callan sobre la brutal represión contra manifestantes en los países alineados a los intereses de EE.UU.
La jefa de la Cámara de Representantes del Congreso, Nancy Pelosi, fue reticente a hacerlo antes, cuando Trump estaba torturando a niños migrantes o aplaudiendo a los neonazis. Tampoco quiso actuar mientras la plaga de corrupción crecía como una infección contagiosa en casi todo el gabinete presidencial. Ni hizo nada cuando diariamente Trump promovía el odio contra los periodistas, los medios, los latinos, las mujeres, los migrantes y contra cualquiera que levantase la voz para criticarlo.
El horror ante la devastación en la selva amazónica no debería quedarse como una imagen de un instante trágico. Es un llamado a la acción.
Estados Unidos, con Trump al mando, parece ir en caída libre hacia el salvajismo. Su lenguaje xenófobo y violento tiene severas repercusiones en la sociedad, que ya padece las consecuencias de un Jefe de Estado que ofende y se burla sin pudor de los ciudadanos.
El reciente fallecimiento de un padre y su hija mientras intentaban cruzar a territorio estadounidense es una radiografía de la crueldad de la política migratoria del inquilino de la Casa Blanca, quien desafía los principios del asilo al negar abiertamente el beneficio a la gente pobre y no blanca.
Tanto el Gobierno como la oposición tienen que reconocer sus fracasos y renunciar a sus ambiciones personales porque la única salida a la grave crisis está en ese consenso, no en Washington ni en ningún poder externo.
El presidente de Ecuador es un protegido de Washington, hasta que ya no le sirva más. Será recordado como un patético ‘con ganas de ser déspota’ que se vendió al mejor postor.
«Es como en ‘Star Wars’, cuando Darth Vader ahorca a alguien, eso es lo que estamos haciendo económicamente con el régimen», manifestó un alto funcionario del gobierno de Donald Trump sobre Venezuela.