Perú. Víctor Polay: Confinamiento en la Base Naval de Perú

Por Emilia Igreda, Resumen Latinoamericano, 6 de mayo de 2020

Entre los casi 100.000 presos repartidos en las 68 cárceles de Perú (con capacidad para 38.000 reclusos) la desesperación es total. Sin unanimidad en las cifras, se habla de alrededor de una decena de fallecidos por Covid–19 y cientos de contagiados. Las duras imágenes, como consecuencia de las recientes protestas en el penal de Castro Castro solicitando seguridad y medicinas, son impactantes. Un balance de nueve muertos y decenas de heridos, deja un ambiente enrarecido. En el aire queda el anuncio de liberación de presos para aliviar la situación. En Lima, existe otra cárcel con condiciones especiales. Ubicada en la Base Naval de Callao, cuenta con apenas seis presos (cinco políticos y Vladimir Montesinos, quien fue jefe de la inteligencia con Fujimori y ordenó construir esta instalación carcelaria). En condiciones de aislamiento desde hace años, uno de los presos políticos es Víctor Polay Campos.

Némesis, la diosa de la venganza es el nombre con el que se le conoce a la prisión de la Base Naval del Callao en la que se encuentra desde hace 25 años de los  28 que lleva recluido, Víctor Polay, Comandante en Jefe del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru – MRTA, organización político-militar que insurgiera en armas en el Perú en la década del 80.

“…llego apresuradamente de los afanes cotidianos, el coche raudo ha atravesado los barrios más pobres y violentos del puerto del Callao. Luego de cuarentaicinco minutos estoy frente al retén compuesto por dos marinos premunidos de armamento de guerra que no permiten que nadie ingrese. De allí en adelante se respira una gran tensión, agentes de la marina uniformados y otros uniformados y armados, presentar y explicar el motivo de mi presencia con todo el personal con el que me encuentro, varios retenes en el camino. Silenciosa, tranquila, aceptando todo, sabiendo que luego de ello veré a Víctor…”

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Nació en el Callao el 06 de abril de 1951, proviene de una prominente familia aprista, fundadores de uno de los partidos más antiguos del Perú. Víctor Polay Campos, durante su infancia y juventud milita en esa organización, incorporándose en 1969 al Buró de Conjunciones donde trabaja directamente con Víctor Raúl Haya de la Torre, dirigente máximo e inspirador del Partido Aprista Peruano. En el año 1972 es detenido por primera vez durante algunos meses en el Penal de Lurigancho, acusado por el Fuero Policial por participar en actividades contra la dictadura militar. Al salir en libertad viaja a España para estudiar sociología en la Universidad Complutense de Madrid.

Es en Francia -a la que viaja en 1973 para estudiar Sociología y Economía Política en la Universidad de Paris-  donde abandona su militancia en el APRA e ingresa al Movimiento de Izquierda Revolucionaria-MIR. A su retorno al Perú en 1978 es elegido miembro del Comité Ejecutivo Nacional de la Unidad Democrático Popular-UDP y del Comité Directivo de Izquierda Unida-IU. Su militancia definitiva se decide cuando asume la responsabilidad, por encargo de sus compañeros, de ser miembro de la dirección de la unidad del PSR y el MIR, que daría nacimiento en marzo de 1982 al MRTA, organización a la cual dirige como Comandante en jefe, siendo uno de los hechos más relevantes su dirección de la campaña “Túpac Amaru libertador” que culmina en la toma de Juanjui.

En 1989 es detenido en la ciudad andina de Huancayo, donde coincide en el mismo hotel con Armando Villanueva, primer ministro del gobierno de Alan García Pérez. En palabras de Víctor Polay los hechos transcurren así:

“Mi captura fue producto de mi precipitación y de la improvisación. Ocurre que en Chilifruta, entrada a Pariahuanca en Junín. Sendero había asesinado a nuestro compañero Humberto Calderón, viejo militante que venía del MIR del 65 y amigo de Antonio Meza, a quien conocí en 1980, cuando nos ayudó a formar la Federación zonal de Campesinos de Pariahuanca, base de la CCP. Este hecho y otros precipitaron los planes y debíamos tomar algunas medidas y acelerar la salida del Frente Central.

Decidí viajar a Huancayo sin tomar las precauciones de seguridad necesarias. Viajé toda la noche con una compañera de cobertura, que no tenía mucha experiencia. Llegamos con algún retraso cuando ya era de día y no pudimos ir a la primera cita.

Yo era conocido en Huancayo porque trabajé políticamente un año ahí, a comienzos de la década del 80, así que nos alojamos en el hotel más cercano que era el de Turistas. Poco después llegó Armando Villanueva, Primer Ministro, ignorando los dos mutuamente nuestra presencia. Cuando la compañera regresó, encontró rodeado el hotel por el ejército y la policía y en vez de llamar por teléfono o alertarme de alguna forma, se puso nerviosa y decidió entrar para avisarme, a la entrada la interceptaron y como tenía una pistola y una granada se desencadenaron las cosas y caí detenido. Por supuesto, el único responsable de mi captura fui yo por mi excesivo voluntarismo”.

Desde el inicio de sus acciones el MRTA tuvo un contingente de presos desde la inauguración del Penal de Canto Grande, considerado como el primer penal de máxima seguridad moderno. Víctor Polay ha declarado a la prensa que desde un primer momento se organizaron para una evasión. Como sabían que por el curso del conflicto armado interno era inevitable que iban a seguir cayendo más compañeros, siempre estudiaron varias posibilidades para liberarlos. Recuerda que tuvo la oportunidad de conversar largamente con Raúl Sendic, en 1988, líder de los Tupamaros de Uruguay, junto con otros miembros de su antigua Dirección, en especial con Julio Marenales, sobre su famosa fuga del Penal Punta Carretas. Este penal estaba ubicado dentro del radio urbano de Montevideo, por lo que el túnel que construyeron era relativamente corto, con no más de 30 o 40 metros de largo, atravesaba una calle para desembocar en una casa aledaña. Este túnel solo permitía pasar a los tupas echados sobre una especie de plataforma con la cual se fueron deslizando. Tuvieron, además, la suerte que se cruzaron con otro túnel muy antiguo que habían construido los anarquistas en las primeras décadas del siglo XX, que les permitió utilizarlo de depósito de la tierra que iban extrayendo. También pudieron conocer de primera mano la fuga de los guerrilleros del Penal de San Carlos en Venezuela, pero el escape fue parecido al de los tupas.

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En el caso de Canto Grande, los problemas eran de otro tipo, como este es un penal muchísimo más grande, ubicado en una zona sub urbana, el túnel debía tener de longitud por lo menos tres o cuatro cuadras, además no estaba asentado sobre tierra dura sino sobre arenales, por lo que el túnel necesitaría apuntalamiento, concluyen que su construcción sería muy prolongada y que no lo podrían hacer los presos, sino que tendría que ser de afuera para adentro; es decir lo harían los que estaban libres. Víctor Polay relata:

        “Es sabido que en la Universidad Nacional de Ingeniería, UNI, el MIR siempre tuvo una presencia significativa, que luego la heredó el MRTA; así que no faltaron ingenieros dispuestos a participar. Por otro lado, nosotros conducíamos la Federación Nacional de Mineros, donde algunas de las bases más combativas estaban en la Carretera Central, zona que desarrolla minería de socavón, con mineros expertos en el trabajo de túneles.

Así, concluimos que nosotros teníamos la teoría, la técnica y la experiencia para hacer la vía que conduzca a nuestros combatientes a la libertad y junto con nuestra voluntad política decidimos hacer el plan y llevarlo adelante.

Al final, el túnel tuvo una extensión de 333 metros y 10 de profundidad, contaba con vigas de sostén, tenía rieles que permitían evacuar la tierra a través de pequeños vagones, se le proveyó de una manga de aire y luz eléctrica y su diámetro era de 1.50 m. (metro y medio), lo que permitía recorrerlo encorvado.

Pero lo más importante fue el factor humano, sin el cual no hubiera existido el túnel. Fue un grupo de compañeros, animados de una gran mística, entrega y disciplina que se convirtieron en verdaderos topos, pasando largos meses sin ver el sol, trabajando en las mismas entrañas del adversario, superando el temor de ser descubiertos en cualquier momento o que se derrumbara el techo, los que tuvieron el gran mérito de construir la ruta que nos condujo a la libertad tan ansiada.

Creo que el túnel del MRTA es un tributo a la laboriosidad e ingenio con que el pueblo peruano, a través de su historia milenaria, ha tenido que desarrollar para construir civilizaciones en un territorio tan agreste y complejo como el nuestro.

Cuando llegué al Penal de Canto Grande, en marzo de 1989, yo sabía que el túnel estaba encaminado y venía creciendo a nuestro encuentro”.

Es así que en 1990 protagoniza la famosa fuga por el túnel de Canto Grande junto a 47 de sus compañeros. Continúa con sus actividades en el MRTA y en el año 1992 cuando en el Perú se da el autogolpe de Alberto Fujimori es capturado y recluido en el Penal de Yanamayo ubicado en el altiplano a más de 4000 metros de altura. Alguna vez le preguntaron a Víctor Polay:

“¿Puedes describir las condiciones de la prisión en Yanamayo?

Yanamayo es un penal construido en un lugar más alto que la ciudad de Puno, a más de 4000 metros sobre el nivel del mar. En esa época estaba administrado por la policía, y la seguridad externa estaba a cargo del ejército, aunque la dirección real la tenía el general del Ejército, encargado de la región. Algunas veces el general entraba para inspeccionar o reunirse con los delegados de los presos, en otras oportunidades ingresaban algunos oficiales para hacernos sentir su presencia.

Como la construcción había sido hecha a la volada, la infraestructura era muy deficiente. No funcionaba el sistema de agua por lo que cada uno tenía que recoger en botellas o baldes agua de lluvia, muy helada, para uso personal. El desagüe se atoraba regularmente y la comida era malísima, lo que hacía que muchos de los presos tuviéramos diarreas continuas. También se pudo constatar que a veces por venganza los policías echaban kerosene o porquerías al rancho.

En general las condiciones materiales eran pésimas, sumado al frío que era intenso. Un día nos despertamos y nos vimos con medio metro de nieve en el patio. Toda la noche había nevado, así que tuvimos que quedarnos los treinta minutos de paseo guarnecidos en un rincón. Después, regresamos cada uno a su celda con un buen trozo de hielo, esperando que se derritiera y utilizarlo en nuestro aseo personal.

Sufrimos bastante al comienzo porque nos habían trasladado con ropa de la costa, hasta que las visitas nos trajeron ropa gruesa, pero por más que nos abrigábamos siempre estábamos con frío, sobre todo en los pies. En las noches cuando bajaba la temperatura era peor.

Las celdas eran pequeñas, no existían posibilidades de estudio, ni talleres para trabajar. Había una posta médica, pero sin médicos y casi sin medicinas”.

En las primera horas del 26 de abril de 1993, Fujimori llegó al Penal de Yanamayo en Puno, para trasladar a Víctor Polay a la Base Naval del Callao, en medio de un gran despliegue periodístico y con el objetivo de presentarlo humillado y derrotado, pero no lo consiguió, porque en todo momento el dirigente máximo del MRTA no dejó de resistir.

“Antes de salir del penal, fuimos torturados (para hacernos bajar la cabeza como se hace a los toros antes de salir al ruedo) y nos pusieron trajes a rayas. Durante el viaje en avión me amenazaron con tirarme del avión por orden de Fujimori, quien informó después, como si hubiera hecho una proeza, en una entrevista para la radio RPP. Sin embargo, durante todo el traslado nunca dejamos de resistir y protestar.

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Ya en la Base Naval nos quitaron todas nuestras pertenencias y ropas. Nos dieron un mameluco como todo vestido, junto a dos pares de medias y dos calzoncillos. No teníamos contacto con nadie y sólo nos alimentaban por una ventanita. El trato era agresivo y prepotente. El personal estaba encapuchado”.

…”ya estoy en lo que ellos llaman el CEREC – Centro de Reclusión del Callao, una edificación de altos muros y rejas, rodeada de alambres de púas en medio de la nada, dentro de la Base Naval del Callao. Nadie sabe exactamente dónde queda, porque todos los visitantes van en un vehículo completamente cerrado. En cuanto desciendo del vehículo, no me importan las horas de espera, la ambulancia en la que nos trasladan, totalmente cerrada y asfixiante, el trato altanero de los oficiales, luego el cateo minucioso. Nada de eso importa si voy a verte, si conversaré contigo durante tres horas a la semana. Si en ese tiempo infinito tentaremos a la felicidad, en esos dos metros cuadrados sin ventanas, con poca ventilación y los captores escuchándolo todo”…

Desde que fue llevado a la Base Naval del Callao, Víctor Polay estuvo completamente aislado más de un año sin ver ni hablar con nadie hasta que vio a su familia en mayo del 94. Vivía en ascuas, y con el temor permanente porque no descartaba que cualquier madrugada lo sacaran para ser pasado por las armas. Víctor Polay relata el  régimen carcelario del MRTA en la base:

El régimen en “Némesis” (así se llamaba el penal por la diosa griega de la venganza) que tuvimos los dirigentes del MRTA era de “silencio y reflexión” hasta la caída de la dictadura a fines del 2000, fue muy cruel e inhumano. A diferencia de los dirigentes senderistas, que pasaban el día juntos y tenían una serie de gollerías supuestamente por los “acuerdos de paz”, nosotros estábamos aislados, salíamos al patio solos por 10 minutos  y no podíamos vernos.

Todas nuestras actividades las hacíamos solos, no teníamos acceso a libros, revistas o periódicos, ni a la radio ni a la televisión, tampoco teníamos un espejo para mirarnos la cara, ni un reloj para saber la hora, ningún calendario para saber qué día era. Las visitas familiares eran de treinta minutos al mes y con el comandante al lado. Los dirigentes del MRTA que estuvimos en esas condiciones jamás nos doblegamos, ni estuvimos dispuestos a firmar ningún apoyo a la dictadura. Cuando, en 1998 nos enteramos que los jóvenes habían roto con el miedo y se movilizaban en las calles, iniciamos una huelga de hambre de protesta que duró 30 días, con el propósito de hacer llegar el mensaje de que, desde el lugar más controlado por la represión, era posible resistir y luchar. Que no todos habían capitulado indignamente como los dirigentes senderistas y que los del MRTA queríamos poner a salvo el honor de los guerrilleros peruanos.

A diferencia de los otros penales, donde está prohibido que los guardianes al interior de la cárcel porten armas letales, ello venían con todo su equipo de combate, con fusil Galil, pistola Beretta, puñal de comando, granadas de mano, etc. Algunas veces apostaban en el techo de la celda a algún FOES con lanzagranadas. Parece que todo esto era porque tenían mucho temor y nos sobrevaloraban”.

…”ahora la muerte está tan cerca, que día a día nos asalta en las noticias, calles, hospitales y penales, tienen un número cada vez más creciente de caídos por la pandemia. La  ansiedad y angustia me recorren y me pregunto cómo estás en ese lugar helado y lejano, donde alguna vez te amenazaron de muerte colocando dos féretros en la puerta de tu celda. Cómo transcurre para ti la vida en estos días, ¿estás realmente seguro? Durante años, cuando no te veía por el cautiverio tuve la certeza de que nuestros ojos se encontrarían nuevamente, ahora vivo a sobresaltos este confinamiento y sólo la llamada semanal me calma. Escuchar tu voz al otro lado”…

Esta condición de reclusión que duró más de 10 años, no cambió hasta que en el Perú se logró el retorno a la democracia, ahora existen algunas mejoras, pero el régimen de aislamiento no ha variado. Sólo pueden ser visitados por sus familiares directos por solo tres horas a la semana. En este contexto de la Pandemia del COVID 19 el aislamiento se ha hecho mayor y no recibe visitas desde el 16 de marzo que inició el período de cuarentena. Siempre estará pendiente la espada de Damocles de saber que en varias ocasiones ha librado la muerte y ahora que esta es una presencia que recorre el mundo sin mayor sorpresa, se espera que Némesis se mantenga a salvo.