Por Fernando Bossi Rojas
Pablo López Aguirre nació en 1889 en el poblado de El Charco, aproximadamente a treinta kilómetros de la ciudad de Chihuahua. De muy joven se unió a Francisco Villa junto con su hermano Martín. Por su lealtad, valor y valentía, Pablo López integró el famoso cuerpo de Dorados, guardia personal de Villa en la cual llegó al grado de General.
Se le atribuye el ajusticiamiento de unos ingenieros norteamericanos en enero de 1916, que fueron capturados por los revolucionarios al hacer descarrilar un tren de pasajeros que iba con rumbo a Cusihuiriachi.
Durante la Batalla de Columbus, el joven General villista fue herido de bala en las dos piernas. Su hermano Martín, pudo subirlo a su caballo y así le salvó la vida.
En una hacienda de la sierra Martín escondió a Pablo para que se recuperara de las heridas, pero un delator dio aviso a las fuerzas carrancistas. De la hacienda Pablo huyó e intentó esconderse de sus enemigos en una cueva. «Ríndete Pablo López, ya sabemos que estás aquí», advirtieron los carrancistas, a lo que general villista contestó: «Aquí estoy… si son mexicanos me rindo, si son gringos moriré peleando». Su odio a los yanquis era el de un verdadero patriota mexicano. Al verificar que los perseguidores eran paisanos, y ya sin balas que disparar, se entregó a los carrancistas.
Rápidamente se lo sentenció a muerte por su participación en el asalto a Columbus y por el tema de los ingenieros estadounidenses. Pero en realidad a Pablo López no se le perdonó nunca que con sus pocos años de edad se hubiera enfrentado, fusil en mano, contra tantos enemigos del pueblo y de su Patria: oligarcas, terratenientes, mandones, caciques, burgueses, porfiristas, huertistas, carrancistas, obregoncistas, militares vendepatria e imperialistas yanquis.
Pablo López sonreía y saludaba mientras iba camino del paredón. Con sus muletas sosteniéndose, se fumó un cigarro, y pidió una cerveza como último deseo –otros dicen que pidió un vaso de agua-. Lo cierto es que antes de ordenar él mismo al pelotón para que abriera fuego, pidió enérgicamente que echaran a un gringo que estaba entre el público mirando el espectáculo. “Me sacan a este perro de acá”, dicen que dijo el General Pablo López Aguirre con sus 26 años de edad. Fue el 13 de junio de 1916, en Chihuahua.