Earle Herrera, como cualquier escritor, pasó su vida entrenando para el coronavirus.
Su adiestramiento se basó en largas horas (entre 6 y 8) aislado en su casa frente a los libros y el teclado, leyendo, escribiendo, elucubrando.
Llegó la hora loca del final del mundo y él estaba listo, con los músculos de la lengua a tono, para enfrentar el virus y su encono contra la humanidad, por lo menos con la palabra antibiótica que inmuniza contra la estupidez.
Así y todo, le teme: lee, se informa y toma las precauciones necesarias. Si bien se le puede tropezar con más asiduidad que nunca en sus columnas fijas de la prensa nacional, o coleado como tendencia viral en las redes con textos propios y apócrifos, ahora entrena el cuerpo en rutinas de ejercicios físicos para no oxidarse por dentro, y responderle orgánicamente al bichito que ha suspendido al planeta en un ahogo.
“Deberíamos tenerle miedo. El miedo es un mecanismo de defensa del ser humano”.
Casa por cárcel
Como a todos, a Earle le ha tocado aprender lo que es vivir bajo la condición de casa por cárcel, reinventando la cotidianidad entre saltos radicales.
El duelo le llegó por partida doble, al perder a su esposa –la querida profesora Asalia Venegas– en diciembre de 2019, y enfrentar casi al unísono la circunstancia sobrevenida del confinamiento, por lo que aderezó con soledad su encierro.
Pero a diferencia de Aquiles Nazoa, el profe no es un nostalgioso, y lucha contra los demonios del claustro mirando siempre la posibilidad de que la “nueva normalidad” sea elaboración retórica vacía, no más que la vieja normalidad rediviva, cuando volvamos a la calle y al abrazo fraterno.
Para el fecundo autor, periodista, político y profesor universitario de 71 años, no hay tiempo para el pasado.
Al contrario, se escuda en el oficio de escribir mientras ve pasar el hálito ponzoñoso del contagio, sin perder la intuición del país que circula entre vértigos y certidumbres, como lo expone en cada uno de sus artículos para Últimas Noticias, Ciudad Caracas, Correo del Orinoco, llenos de la sabiduría ponderada de un maestro.
El “encargo” de escribir
Hace unos días nos regaló, a través del Kiosco de Earle –que publica en estas páginas– una magistral pieza de retórica mínima: “Pero no importa, viejo mes de larga cuarentena (refiriéndose a agosto). Inventemos los viajes y los juegos. Llévanos sobre tus hombros nublados al lugar de los sueños. Cuando la pandemia pase, tú estarás allí, esperando a niños y adultos con tus brazos de mazorca y lluvia. Y soñarás. Y soñaremos. Apúntalo en tu cuaderno secreto”.
Escribe a raudales, pero le advierte a los que creen que solo se dedica a eso, porque piensan que no tiene más oficio y que la escritura es una especie de acto de vagancia: “sí me gusta escribir, lo que no me gusta es cuando me mandan a escribir. Cuando me señalan un tema realmente me quedo en blanco, uno tiene otra relación con la escritura”.
Ahora se entretiene (no podríamos decir que mata el tiempo) adelantando tareas diferidas:
“Mi día transcurre escribiendo y revisando cuestiones que tenía olvidadas, retomando algunos proyectos literarios que había dejado en algún lugar pero que en esta situación he reencontrado”.
Ha estado delineando poesía, cuentos, algunos trabajos que estaban en el tintero como un ensayo por el centenario del ruiseñor de Catuche. “Hasta un guión de cine hice por ahí, pero no digo más nada porque creo que al cineasta no le gustó la vaina”.
—¿Ud. coincide con los optimistas que creen que después de esto se va a levantar una nueva humanidad?
—Yo creo que ya se está levantando. No sé si será un lugar común, pero todo será distinto.
Ahora, no sé si para bien o para mal. Pienso que esta pandemia sacudió a un sistema que es el capitalista, y no estoy señalando solamente a los países de la órbita que son paradigma, estoy señalando inclusive a países socialistas con prácticas capitalistas en cuanto a su relación con el ambiente, la explotación de los recursos naturales, la flora, la fauna. De todo ese desorden viene esta pandemia. Obviamente van a cambiar demasiadas cosas y estamos viendo que más allá del miedo y los estragos que está causando, hay protestas en los lugares más inusitados, como Estados Unidos, donde la pandemia no ha detenido la reacción de su pueblo contra el racismo. El país del confort, donde vemos gente de clase media esperando que le den un bono, cuando antes se burlaban de Venezuela.
Haciendo grandes colas para que les den una bolsa de comida. Pero lo mismo vemos que la pandemia no ha detenido las protestas en ese régimen opresor que se instauró en Chile desde Pinochet. Lo hemos visto en Colombia, Bolivia, Ecuador, Perú. Más allá, del otro lado del Atlántico, hemos visto cómo la gente ha protestado en Francia, España, Bélgica, por muchas razones, derribando las estatuas de un rey esclavista como fue Guillermo II, o contra los monarcas que están vivos, como en España, con una monarquía corrupta. De manera que no es que el mundo va a cambiar, es que el mundo ya cambió.
—Venezuela, en ese contexto, ¿es posible que salga fortalecida por la manera en que ha enfrentado el virus?
—Venezuela enfrenta a esta pandemia con un bloqueo criminal, total, en lo financiero, lo sanitario, lo alimentario, y en medio de todo eso es uno de los países que tiene una carta de eficiencia en el enfrentamiento de esta situación. En ese sentido, el país ha dado muestra de madurez y de toma de conciencia, no solo el gobierno sino el pueblo, con el coraje que ha enfrentado toda esta circunstancia. Pero al final todos vamos a salir más débiles, y me refiero de todas las economías del planeta que han salido golpeadas, y a eso se suma, en Venezuela, la otra pandemia que son los Estados Unidos. Venezuela ha demostrado entereza y patriotismo porque este es el bravo pueblo de la independencia, el pueblo del 5 de Julio de 1811.
—¿Corremos el riesgo de que al terminar la pandemia la obsesión de Trump contra Venezuela se amplifique?
—Yo creo que sí. No por Trump, que pudiera ser alguien que se quede hasta noviembre con las elecciones. Pero si se queda o se va, no creo que las cosas vayan a cambiar mucho. Ellos no aspiran otra cosa que lo que se llamó la Doctrina Monroe, América para los americanos, aunque deberían decir para los estadounidenses. Eso va a seguir, la pandemia no los va a cambiar. Todo lo contrario, la pandemia ha herido al gigante, y un gigante herido es sumamente peligroso. No lo estoy diciendo como muchos compañeros y camaradas, que cada vez que hay alguna de las crisis cíclicas del capitalismo, dicen que cayó el imperialismo. Yo estoy escuchando eso desde que empecé a militar en la izquierda, cuando tenía 15 años. Obviamente, la pandemia ha terminado de desnudar al rey, para decirlo con una vieja expresión. No es el país defensor del lujo, de Hollywood, es el país realmente rapaz, que se roba las mascarillas de otros países, que lo que pase por su puerta así sean equipos sanitarios, se lo agarra. Es el país desesperado que quiere comprar todas las vacunas del mundo que todavía no se han producido, para poder responder a lo que sus propios laboratorios no pueden. El país, que en medio de una pandemia y enfrentado a China, tiene que pedirle millones de mascarillas al país asiático, que les auxilie. Ese país va a venir a golpear la mesa, con lo que le quede de fuerza, que le queda mucha. Como cuando en los años 60 los chinos decían que el imperialismo era un tigre de papel, y Nikita Kruschev, primer ministro soviético, dijo que sí, un tigre de papel pero con los dientes atómicos. Estados Unidos es actualmente una fiera herida, pero con las garras y los dientes atómicos. Estuve leyendo que las elecciones de Estados Unidos se la están disputando entre un sicópata y un demente.
—¿Usted entiende eso que llaman “nueva normalidad”?
—Esta pandemia genera su propio léxico, como esto de hablar de la nueva normalidad. Pareciera que estuviéramos en otra normalidad y lo que está ocurriendo no es normal, y lo que venía ocurriendo no era normal. De manera que yo tomo con pinza esa expresión que de paso no me gusta. Por eso, lo que se está generando en todo el mundo apunta a que vamos a construir lo que los grandes movimientos populares vienen gritando desde hace ya más de una década, ese otro mundo posible. Hacia allá es hacia donde debemos caminar y lo de otra normalidad es quizás lo que quiere el capitalismo, que no termina de aceptar que es un sistema anormal.
—¿Usted no siente nostalgia por la vieja normalidad?
—No nostalgia. La nostalgia es un sentimiento hacia algo que tuvimos, perdimos y es irrecuperable. Me decía un viejo amigo y maestro, Salvador Garmendia, que la nostalgia le da a los viejos y no a los jóvenes. Porque los jóvenes ven hacia adelante, en cambio los adultos mayores ven hacia atrás, todo lo que fue su adolescencia, cuando eran felices. Y hacia adelante lo que queda es muy poco por ver, porque ya no estás pensando en casarte, tener hijos, todo eso ya lo tuviste. Entonces te dan esos sentimientos. En este caso, yo, y creo que la humanidad, no creo que tenga nostalgia por las relaciones sociales, personales, amistosas, porque eso no se ha perdido, eso está al frente. Todo lo que estamos luchando es para ir hacia allá, hacia el encuentro del amigo, del hijo, de la novia, del amante. El ser humano es gregario y nunca va a renunciar al abrazo, la caricia, y en una sola palabra, nunca va a renunciar al amor, y el amor no es distanciamiento, el amor es encuentro, cercanía. Hacia eso vamos, una vez que superemos toda esta pandemia. Todo eso está allí esperándonos. No nos produce nostalgia, nos produce es extrañamiento. Toda esta lucha es por el abrazo y la cercanía.
—Pero indudablemente hay un fenómeno vertiginoso y emergente que es el del boom de las redes sociales en medio de la cuarentena. Por ejemplo, la sexualidad OnlyFans, el flirteo en las redes, los nudes. ¿Qué le parece?
—Afortunadamente existe esa posibilidad, porque si no el aislamiento sería mayor. Eso existía o iba a existir con o sin pandemia. Ya había gente que se enamoraba por esa vía y eso tuvo sus expresiones en la medida en que la comunicación fue avanzando. Antes se conocían los novios por los avisos clasificados que ponían en los periódicos, luego por la radio, por la televisión. Aparecía: busco novia gordita, no mayor de 30 años. Busco caballero de buena presencia, pero además de buena cartera para una relación estable.
Entonces veías cosas que hoy nos parecerían cursis, lo mismo que se está haciendo ahora, pero con una tecnología mucho más avanzada, donde la fotografía de los pretendientes llega en forma instantánea. Hay algunos que no se conforman con ver a la dama en vestido, o a los caballeros en frac, sino que además los desnudan a través de las redes.
Pero, en fin, eso estaba en la Biblia: la tentación de la carne es irresistible. La debilidad de la carne y la tentación de los pecados. Eso nunca será digital, porque para que el pecado ocurra tiene que concretarse, y el pecado siempre será una tentación. Nunca las redes van a sustituir a la alcoba. Por muy digital que tengas un orgasmo, vas a quedar con una frustración. La cama es insuperable e insustituible.
—Si usted estuviera escribiendo una crónica sobre el tiempo que estamos viviendo, ¿qué título le pondría?
—No sé, yo siempre pongo el título cuando termino de escribir. ♦
EARLE HERRERA
El Tigre, edo Anzoátegui, 1949
Es uno de los profesores más respetados de la Escuela de Comunicación Social de la UCV. Formador de varias generaciones de comunicadores, es doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna, España (2002). Como poeta, ha publicado al menos 10 títulos entre prosa y poesía. Como comunicólogo, también ha legado una vasta producción que suma al menos una docena de títulos relacionados con el periodismo, fundamentalmente la crónica. Su actividad política, la que más visibilidad ha tenido durante los últimos años, pasa por su militancia en las filas de la revolución bolivariana en distintos frentes, al desempeñarse como miembro de la Asamblea Nacional Constituyente y diputado a la Asamblea Nacional de Venezuela por el PSUV. En cuatro ocasiones ha sido galardonado con el Premio Nacional de Periodismo. Por varios años fue conductor del programa televisivo El Kiosco Veraz, transmitido por VTV. Hoy se mantiene activo como fecundo columnista de opinión, articulista y humorista en distintos medios.