El secuestro de Smolen

faln

Caracas, viernes 9 de octubre de 1964. 9 a.m.

– Associated Press. ¿En que podemos servirle?

– Preste mucha atención porque no voy a repetir.

– ¿?

– Le habla un vocero de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional. Informamos al mundo que a las 8 horas de hoy, capturamos a la salida de su casa, al Teniente Coronel Michael Smolen de la fuerza aérea estadounidense. Exigimos la suspensión del fusilamiento de Nguyen Van Troi prisionero en Saigón. ¡Óigase bien! Si Nguyen Van Troi es ejecutado nosotros procederemos a hacer lo mismo con Michael Smolen. Es todo.

Saigón, Vietnam del Sur. 5 meses antes

En medio de la oscuridad, tres sombras se deslizaban por debajo del Công Lý, el puente de hormigón que atraviesa un brazo del río Saigón y enlaza la vía que lleva hasta el viejo aeropuerto de Tan Son Nhat. Un calor húmedo flotaba en el ambiente aumentando la tensión y la incomodidad. De vez en cuando la estructura temblaba por el paso de algún vehículo.

No eran más de las diez de la noche y estaban en una zona relativamente poblada por lo que evitaban hacer ruidos. El Công Lý une dos sectores del distrito uno; viviendas multifamiliares y algunas pocas fábricas se levantan por los alrededores; abajo en el lecho del río, pequeñas barcazas de pescadores duermen esperando a sus madrugadores dueños, por lo que se debía extremar el sigilo.

Los tres jóvenes eran militantes del Frente de Liberación Nacional de Vietnam, conocido como el Vietcong y estaban allí para cumplir una tarea: colocar cargas explosivas con miras a un atentado contra Robert McNamara, Secretario de Defensa de los Estados Unidos, quien en las próximas horas debía atravesar el puente en compañía del embajador Henry Cobot. El pequeño equipo, adscrito a la Unidad Especial de Acción Armada, estaba liderado por Nguyen Van Troi, un espigado joven de 24 años, de mirada aguda y facciones infantiles. Van Troi, campesino de origen y electricista de profesión fue quien propuso ante la dirección del partido llevar a cabo aquella operación.

En un principio, sus camaradas intentaron disuadirlo de participar porque recién se había casado con Phan Thi Quyen, una atractiva chica que como el resto del grupo compartía la idea de liberar al Vietnam de la intervención extranjera. Nguyen se negó de plano y allí estaba, junto a Huu Loi y otro compañero en aquella oscura y calurosa noche de mayo. Huu sostenía la madeja de cables mientras Van Troi conectaba las cargas explosivas.

Abstraídos en la peligrosa labor no se percataron de la proximidad de una patrulla policial hasta que la tuvieron encima.

-¡Alto!- Gritó alguien desde arriba.

Los ojos de Huu Loi se abrieron desmesuradamente. Van Troi trató de ubicar una salida. No la había, estaban rodeados. El tercer compañero, que cayó al suelo al dar un instintivo paso de huída ya estaba siendo levantado a culatazos de fusil.

Minutos después, el trío era conducido hasta la comandancia de policía para ser interrogado.

El secuestro de michael smolen

Caracas, viernes 9 de octubre de 1964. 8 a.m.

Roberto Querecuto dio un vistazo por la ventana mientras saboreaba el café. Aunque la mañana era soleada tomó un paraguas antes de salir porque en octubre nunca se sabe. Aquel día estaba de buen talante, saludó a sus vecinos y se paró a comprar cigarrillos en un quiosco. Lo que no sabía era que al doblar la esquina para llegar a la avenida Los Mangos le esperaba una sorpresa que le agriaría el humor: su vehículo no estaba. Pasó un rato incrédulo con las manos en la cabeza y mirando estupidamente en derredor. Cuando por fin reaccionó, se fue a poner la denuncia. Media hora más tarde, sin recibir mayores explicaciones, lo detuvieron en la comisaría.

– Estimado, ese carro está complicado en un secuestro y usted está metido en una vaina muy jodida– fue lo único que le dijeron. Querecuto no entendía nada.

Caracas, viernes 9 de octubre de 1964. 7 a.m.

El coronel Henry Lee Choate, jefe de la misión aérea estadounidense en Venezuela tenía rato levantado cuando el teléfono repicó. Con 23 de años de carrera en distintos lugares del planeta, una llamada a hora tan temprana no le parecía extraña pero nada más levantar la bocina oyó:

– El comandante Smolen está en poder de nuestra organización…

Eso fue todo; del otro lado colgaron. El coronel quedó pensativo. Entendió que no podía ser una broma, estaba en un país en el que existían grupos alzados en armas y hacía solo once meses que un oficial de la Misión había sido raptado por esos mismos grupos. También recordó que desde la tarde anterior corría el rumor en su embajada de que Smolen sería secuestrado. De inmediato marcó en el disco el número de su subalterno. Sonaba ocupado. Una vez más lo intentó sin éxito, así que llamó a Tibulo Casique, su chofer y le ordenó que lo llevase a casa del teniente coronel Smolen.

Mientras eso ocurría, David Salazar y Carlos Rey militantes de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), se paseaban lentamente por La Florida, barrio de clase media ubicado al norte de Caracas, en busca de algún vehículo que pudieran llevarse. Lo encontraron en Los Mangos, un Chevrolet verdiblanco año 58. No fue difícil robarlo, en una rápida y limpia operación lo abrieron y lo encendieron. En la guantera hallaron papeles a nombre de Roberto Querecuto. – Este debe ser el dueño- se dijeron. Más adelante se les unieron Noel Quintero y Argenis Ruiz. Un rato después, el cuarteto tomó posiciones en los alrededores de la quinta Blanca, residencia del teniente coronel Smolen.

Al entrar en la avenida Suapure de Colinas de Bello Monte, Lee Choate atisbó los alrededores en busca de alguna señal que indicara anormalidad. No vio nada porque a esa hora el comando de las FALN aún no estaba en la zona. Tibulo paró frente a la quinta Blanca; su jefe se apeó y subió en cortos tramos las empinadas escaleras que llevaban a la puerta. Lo recibió el propio Smolen quien se disponía a desayunar con Merry, su esposa. El coronel aliviado les explicó el motivo de su presencia allí, la pareja rió de aquello e invitó a Henry Lee a la mesa. Éste salió a despedir al chofer y le pidió llevar el carro a la embajada, él se iría más tarde con Smolen al cuartel de Conejo Blanco.

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Nguyen Van Troi

Tres meses después de ser arrestado, Nguyen Van Troi cavilaba en una celda de la prisión de Chi Hoa. No veía a sus compañeros desde que los sacaron al patio para ser fotografiados en una rueda de prensa. Imaginaba que debían estar tan mal como él. Desde la noche de la detención las torturas se sucedieron hora tras hora. Sus captores se turnaban para interrogarlo con el viejo método del palo y la zanahoria. Trataban de extraer alguna información que pudiera ser de interés para el gobierno en la lucha contra el Vietcong. Le ofrecían un trato especial en el juicio pero al ver que aquel joven no hablaría se acabó la zanahoria y se incrementaron los palos.

Van Troi estaba curtido en la guerra, nació en ella y la vivió segundo a segundo desde que tenía memoria. La madre murió cuando estaba pequeño y él creció trabajando con su papá en los arrozales de Quảng Nam, una franja de tierra fértil ubicada frente a las costas del mar de China y encajonada entre los deltas de los ríos Dô Toa y Thu Bon. La familia era constantemente acosada por las actividades políticas de su padre en contra de la dominación francesa.

Nguyen que solo pudo completar el tercer grado de instrucción primaria, tuvo que vivir la detención y confinamiento de su padre quien cumplió condena hasta 1954. Al salir estaba paralítico producto de las brutales golpizas a las que fue sometido.

La guerra era lo único que había conocido. Guerra contra los invasores de su país: Japón en los años de la Segunda Guerra Mundial, Francia después del 45 y ahora Estados Unidos. Guerra había vivido, guerra había comido y guerra era lo que estaba dispuesto a dar al enemigo hasta el último momento de su vida.

Cuando aún lo tenían en la comandancia de policía de Saigón, intentó fugarse. Saltó desde el segundo piso pero se fracturó una pierna al caer. Entró a militar en el Vietcong en 1961 y desde febrero de 1964 formaba parte de la Unidad Especial de Acción Armada, instancia en la que propuso el atentado contra McNamara.

El 10 de agosto, Van Troi y sus compañeros fueron presentados ante un tribunal militar. Al ser interpelado se reconoció como el autor del plan contra el jefe del Pentágono. “Quise matarlo porque es enemigo de mi patria. Acepto toda la responsabilidad de la acción”. El tribunal dictó sentencia: Pena de muerte para Nguyen Van Troi y cadena perpetua para sus dos camaradas. Al oír la sentencia, el joven exclamó:

– Lo único que lamento es no haber podido matar a McNamara.   

A comienzos de octubre, las autoridades de Vietnam del Sur anunciaron que en los próximos días, Nguyen Van Troi sería ejecutado. La información llegó a cada rincón del planeta de mano de las agencias internacionales. En Caracas, un joven la leyó con interés en un periódico local.

El secuestro

A la hora en que Querecuto compraba cigarrillos, su carro estaba bien lejos de donde lo había dejado y con dos impacientes hombres a bordo.

– ¿A qué hora pensará salir el gringo éste? Siempre había sido puntual.

– Quien sabe qué le pasó hoy – respondió el copiloto mientras acariciaba el cañón de la metralleta que tenía bajo la chaqueta de cuero.

La noche anterior, estuvieron reunidos para ultimar los detalles del plan. Desde que uno de los compañeros leyó la noticia procedente de Saigón los enmohecidos comandos de las FALN se reactivaron. La operación bautizada Nguyen Van Troi en honor del combatiente vietnamita, vendría a despertarlos de la modorra de la tregua unilateral declarada un año antes. El apartamento en el que estaban era el del actor José Antonio Gutiérrez que por la época formaba parte del elenco de Radio Rochela, emblemático programa de humor de la televisión en Venezuela; allí caracterizaba a un personaje que lo haría famoso, “El Telaraña”. Ni sus colegas ni los televidentes imaginaban que el histrión que los hacía reír los lunes por la noche era miembro de un grupo armado.

La responsabilidad de la operación recaía en cinco grupos: uno de seguimiento, uno de captura, uno de traslado, uno de custodia y uno de entrega. Cada grupo estaba integrado por militantes de las distintas Unidades Tácticas de Combate (UTC) de la organización subversiva. Para alojar al secuestrado se contaba en principio con dos sitios: El primero era el estudio de Ángel Luque, artista plástico español residenciado en Venezuela y colaborador de las guerrillas. El segundo jamás llegó a ser utilizado.

A las 8:03 minutos por fin se abrió la puerta. Choate y Smolen bajaron las escaleras hasta el lugar en el que estaba la Ranchera azul asignada al último.

– ¡Alerta, ya salen!- indicó a sus compañeros el hombre que lideraba el grupo de captura. David Salazar puso el Chevrolet en marcha.

Distraídos en una charla insustancial, los militares no vieron el vehículo que se aproximaba. Smolen que terminaba de abrir la puerta del carro, sintió en las costillas el frío cañón de una metralleta, al tiempo que Argenis Ruiz le gritaba:

– ¡¡Quieto!! Esta usted detenido. ¡Somos de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional!

Lee Choate presa del pánico echó a correr por la acera. Dos hombres le seguían. El jefe de la misión militar vio la reja de un garaje y la escaló ágilmente; al caer del otro lado oyó que el jefe del grupo irregular ordenaba a su equipo: “¡Vamos, que ya tenemos a uno!”.

En una acción acoplada, los guerrilleros se retiraron de la zona.

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Michael Smolen

En octubre de 1964 el comandante Smolen tenía 45 años y 4 hijos. Graduado en Maryland, era uno de los elementos más apreciados dentro de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, en la que ingresó cuando aún era una subdivisión del Ejército. Fue uno de los primeros instructores en el Programa de Retro Propulsión en el que acumuló 2.500 horas de vuelo. Durante la II Guerra Mundial actuó como piloto de combate en Inglaterra, Francia, Bélgica y Alemania, haciéndose acreedor de la Medalla de la Victoria y de la Medalla del Aire con tres citaciones.

Como dato anecdótico hallamos que durante 1951 cuando ostentaba el rango de capitán, Michael Smolen trabajó como asesor técnico en la producción de la película “Air Cadet” (conocida en Venezuela con el título de “Los Mosqueteros del Aire” y en México por “Los Aguiluchos”), cinta que dirigió Joseph Pevney y una de las tantas encaminadas a levantar la moral de los combatientes. “Air Cadet”, protagonizada por Stephen McNally, Gail Russell y Alex Nicol tiene como telón de fondo la guerra de Corea y narra un conflicto de amor entre cadetes que se entrenan para pilotar, los para la época, novísimos aviones Jet de combate.

Al momento del rapto, tenía dos años en Caracas, donde ejercía el cargo de Segundo Jefe de la Misión Aérea Norteamericana.

¡Secuestraron a un gringo!

Con la bocina aún pegada al oído, el redactor de Associated Press anunció a sus colegas:

– ¡Secuestraron a un gringo!

– ¿Cómo es la vaina?

– Si, a un militar. Lo tiene un grupo armado, exigen que se suspenda el fusilamiento de Van Troi.

La noticia reventó los teletipos. Al enterarse del caso, Lyndon B. Johnson presidente de los Estados Unidos, ordenó al Pentágono que mantuviera contacto permanente con la embajada en Caracas; la información recabada debía pasarse al Departamento de Estado. 

El día que secuestraron a Smolen, el presidente Raúl Leoni y su ministro de Interior, Gonzalo Barrios se encontraban inaugurando una feria agropecuaria en la ciudad de Coro, allá recibieron la ingrata nueva. El doctor Barrios transmitió, vía telefónica, la orden presidencial de que las investigaciones fueran dirigidas y procesadas por un comando unificado integrado por la Dirección General de Relaciones Interiores, el Servicio de Inteligencia de las Fuerzas Armadas (SIFA), la Dirección General de Policía (DIGEPOL) y la Policía Técnica Judicial (PTJ). La primera reunión se verificaría a las 18 horas de ese mismo día.

Mientras la policía buscaba, Smolen y sus secuestradores llegaban al apartamento 3-A del edificio Araucaria en la calle Negrín de Sabana Grande. El lugar era usado normalmente por el pintor Ángel Luque como estudio y deposito; consintió en cederlo por unos días pues se suponía que el secuestrado sería trasladado en poco tiempo al lugar establecido como reserva.  

En veinte minutos la ciudad fue totalmente tomada por los cuerpos de seguridad; no había manera de entrar o salir sin pasar por sus rigurosos filtros. Como pasa siempre en estos casos, se desató una verdadera epidemia de llamadas telefónicas de personas que aseguraban haber visto al secuestrado o conocer su paradero. El doctor Remberto Uzcátegui, director de la PTJ, comisionó a los diez mejores detectives del cuerpo para efectuar las pesquisas y a un pequeño ejercito de operadores que se encargaba de procesar el origen de cada llamada.

El auto usado para llevarse a Smolen, se ubicó a pocos metros del sitio donde fue robado horas antes. Técnicos de la PTJ se encargaron de revisar cada centímetro del mismo en busca de huellas. El propietario Roberto Querecuto continuaría detenido hasta descartar su participación en el secuestro.

Esa misma mañana, Henry Lee Choate relató a la prensa detalles de lo sucedido; desde la sorpresa inicial, hasta el momento en que regresó a la quinta Blanca para informar a su embajada del secuestro. Allí reveló que desde la tarde anterior había rumores de que su subalterno sería secuestrado; los periodistas extrañados, preguntaron que si eso se sabía por qué no se tomaron medidas de precaución y el coronel, turbado al ver que estaba hablando más de la cuenta, respondió cortante:

– Sería más conveniente que toda la información relacionada a este hecho, la suministrase a la prensa la embajada.

Minutos más tarde sería escoltado hasta la sede diplomática por el mayor Pérez Arrieta, del ejército venezolano.

El secuestro de Michael Smolen  lucha armada faln

Pasos en falso y cerco

Al no tener pistas, el Comando Unificado apeló a un procedimiento que pese a carecer de método daba resultado la mayoría de las veces: Detenciones y allanamientos masivos, practicados a diestra y siniestra. De entre toda aquella pesca de arrastre – según la peculiar lógica – alguien hablaría.  

A las cuatro de la tarde de ese mismo día, funcionarios de la DIGEPOL irrumpieron en un apartamento del edificio “Venadria” en la avenida Andrés Bello donde vivían familiares de Máximo Canales, el hombre que secuestró al futbolista Alfredo Di Stefano. A los pocos minutos, los desorientados policías llegaron hasta una casa en el centro de la ciudad y detuvieron a los presentes; el motivo: un deportista que vivía allí había estado recientemente en Cuba participando en unas competencias. A las ocho de la noche se contabilizaban más de un centenar de allanamientos y unos quince mil arrestos, la mayoría de ellos de transeúntes escogidos al azar a los que se mantenía en custodia hasta que se verificaban sus papeles.

En la mañana del sábado, corrió el rumor de que la guerrilla había trasladado al secuestrado a las montañas de El Bachiller en el estado Miranda, lo que movilizó a todo un contingente. En una llamada a la policía alguien informó que lo tenían en la población de El Tocuyo; se enviaron tropas a la zona. Ambos fueron pasos en falso. Sin embargo, las detenciones y registros al por mayor empezaban a surtir efecto en el ánimo de los que colaboraban con los conspiradores. A guerrillero que veían le sacaban el cuerpo, más aún cuando se empezó a hablar con insistencia de un inminente allanamiento a la sede de la Universidad Central de Venezuela. Esto imposibilitó cambiar de lugar a Smolen. A mediodía, veinte quintas ubicadas en El Hatillo y Baruta fueron allanadas.

El mismo sábado un cable despachado por la “United Press International” (UPI), informaba que Estados Unidos había pedido al gobierno Sudvietnamés, por intermedio de su embajador, que aplazara la ejecución de Van Troi hasta tanto se localizara a Michael Smolen.

Esa noche, los familiares del teniente coronel prometieron recompensar con 100.000 bolívares a quien suministrara datos fidedignos que llevaran hasta él. Esto aumentó la presión sobre los subversivos. Para el momento del ofrecimiento, 217 personas, de las miles que se habían detenido, estaban atrapadas en la criba de los cuerpos policiales; todas vinculadas a grupos de izquierda. Poco a poco el cerco se iba cerrando.

Pintor arrestado: Óleo sobre expediente

A los 15 minutos del lunes 12 de octubre, efectivos del Comando Unificado llegaron a la avenida Cristóbal Colón de Maripérez. Cuando se preparaban para entrar al número 5 del edificio “Tyrrenia” oyeron voces que se ahogaban en una discusión.

Al derribar la puerta, dos hombres y una mujer se situaron frente a la comisión; uno de ellos con una granada en la mano. Un detective se abalanzó y comenzó un peligroso forcejeo. El sujeto, identificado luego como Arsenio Pasarín Cuesta trataba de arrojar el artefacto; pero fue reducido con la ayuda de otros funcionarios.

Según un dato obtenido por la policía, Michael Smolen debía estar en aquel lugar. Mientras el trío estaba en el suelo con fusiles apuntando a sus cabezas, el apartamento era concienzudamente requisado. La policía halló abundante material subversivo y un pequeño arsenal en el que destacaban dos rifles, 4 armas cortas, 9 granadas, una caja de miras telescópicas, varias cajas de proyectiles de distinto calibre e instrumental de laboratorio presumiblemente usado para elaborar bombas.

Aparte de Pasarín Cuesta, quien era pintor y empleado de la agencia de publicidad CORPA, estaban Alberto Torrijas, vendedor de publicidad para la recién nacida Cadena Venezolana de Televisión (CVTV canal 8) y la joven Noris Ugueto, novia de Pasarín e integrante de un conocido cuerpo de baile. Los dos hombres eran españoles, la chica venezolana. En un primer momento se pensó que Smolen había sido sacado del apartamento diez minutos antes del allanamiento pero luego se supo que nunca estuvo allí.

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¿Smolen o Van Troi?

Aquel lunes, que era de asueto, las Unidades Tácticas de Combate de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional se reunieron de emergencia. Eran concientes de que el cerco se iba cerrando y necesitaban evaluar las circunstancias para tomar una decisión. La intensa actividad policial les impedía mover de lugar a Smolen.

El apartamento de Luque podía ser allanado en cualquier momento; el pintor, asustado, presionaba para que sacaran al militar pero no había donde llevarlo. En aquel momento ellos no lo sabían pero el gobierno, en base a las investigaciones realizadas, había trazado un perímetro en el que suponían debía estar el norteamericano; dicho perímetro cubría Bello Monte (sitio del secuestro), Las Mercedes y Sabana Grande (lugar en el que efectivamente estaba). En realidad era cuestión de horas para dar con el escondite.

Varios de los detenidos, sometidos a torturas, iban revelando fragmentos de información que los policías armaban como un rompecabezas. La decisión no era fácil, si soltaban a Smolen mataban a Van Troi, si lo ejecutaban igual lo matarían. Alguien dijo: -A la mierda con esto, matemos al gringo ése, total da lo mismo- Otro lo atajó – Es cierto, si lo matamos, igual matan a Van Troi pero de paso le daríamos a los yanquis la excusa perfecta para que invadan el país-. – Bueno, se hizo lo que se pudo, tal vez se les haga más difícil cumplir la sentencia de muerte, por la publicidad que agarró el caso de Van Troi con esta operación.

En la calle

A las 10:55 de la noche del lunes 12 de octubre, Salomón Vargas distinguido de la Policía Municipal divisó a un hombre que avanzaba como perdido por la calle Los Samanes de La Florida. Ordenó enfilar el auto patrulla hasta donde estaba el sujeto y aquel no más verlos se identificó.

– Soy el teniente coronel Michael Smolen, mis secuestradores me dejaron por aquí cerca con los ojos vendados. Por favor llévenme con sus superiores.

En minutos estaban en Cotiza, donde fueron recibidos por el director de ese cuerpo, Comandante José Genarino Peña Peña. Al rato se hizo presente el doctor Gonzalo Barrios y detrás de él un grupo de funcionarios de la embajada de EEUU que se encargarían de trasladar al militar hasta la sede diplomática. Una fotografía de esa noche lo muestra en el asiento posterior de un vehículo, conversando animadamente con dos de sus coterráneos. Una fuerte escolta policial lo acompañaría hasta La Floresta. Smolen estaba en la calle.

El martes 13 fue de mala suerte para los implicados en el secuestro. Pasado el mediodía un comando policial tomó posición en torno al edificio “Araucaria”. En un automóvil estacionado cerca de allí, Michael Smolen esperaba. Junto a él estaban el ministro Barrios y J.J. Patiño director de la DIGEPOL. Al estar frente a la puerta del 3-A los policías dispararon una ráfaga de ametralladora desatando el terror entre los habitantes de la zona y especialmente entre los que ocupaban el inmueble. Al entrar hallaron al pintor Ángel Luque y a su esposa, Tatiana Fokina completamente fuera de sí.

La joven, intentando despistar aseguró que ella no tenía nada que ver con Luque y que estaba allí pues trabajaba como modelo. Una vez que el sitio estuvo asegurado Smolen fue llevado para el reconocimiento. Con precisión fue señalando cada detalle que recordaba. Las persianas, la cama en la que dormía, la pequeña mesa en la que le servían los alimentos y un cepillo dental que le fue suministrado por los secuestradores. Un funcionario tomaba nota y otro fotografiaba. En la cocina encontraron sardinas y varios paquetes de galletas tipo Soda; Smolen diría más tarde que él no llegó a comer eso porque siempre le dieron pollo en brasa. Testificó además que nunca fue maltratado ni atado. Y al contrario de lo que siempre han sostenido los integrantes del grupo que lo secuestró, aseguró que nadie en ningún momento le habló de tema alguno, menos aún de que su vida iba a ser canjeada por la de Van Troi, pero era natural que así fuera pues aquella fue desde el principio la posición oficial de las autoridades.

Para Luque y Tatiana no había salida posible. El reconocimiento que hizo el aviador derribó sus endebles coartadas. Minutos más tarde saldrían esposados hacia la DIGEPOL. Una guardia policial se mantendría discretamente en los alrededores del “Araucaria” por varias horas más.

Desarticulados y en fuga, varios de los implicados cayeron en la red policial. Melitón José Puértolas, conocido como Carmelo, fue uno de los detenidos, sometido a torturas, se quebró y habló. Con su delación se logró apresar a muchos otros miembros. La operación había fracasado; en una fría celda a miles de kilómetros de allí, un joven esperaba la hora de su muerte.

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El grito final de Nguyen Van Troi

El 15 de octubre de 1964 cayó jueves. Lluvioso en Caracas, soleado en Vietnam. En un parque de Saigón se improvisó un calabozo. En él, Nguyen Van Troi tenía el último encuentro con su desolada esposa, ella recordaría siempre que aquel día, el joven estaba tranquilo, llegó incluso a bromear. Se despidió con un beso y le pidió ser fuerte.

Periodistas de medios nacionales e internacionales esperaban afuera. Cuando Phan Thi Quyen salió, dos religiosos entraron a la celda; uno era un monje budista y el otro un sacerdote católico. Ambos pidieron a Van Troi que se confesara y mostrara arrepentimiento. Su respuesta fue concisa:

– No me hace falta representar esta farsa porque no hay nada de lo que pueda arrepentirme.

Dicho esto, los guardias lo sacaron. Iba ataviado con el Áo Dài, el traje típico de Vietnam. Caminaba erguido y solemne. A su paso estallaban las luces de las cámaras. Cuando fue colocado junto al poste de fusilamiento los reporteros le pidieron declarar.

– Sé que mis compatriotas no me consideran culpable. Mi lucha ha sido contra el imperialismo que nos agrede y nos causa desgracias, dolor y muerte. Amo entrañablemente a mi pueblo…

Los guardias le interrumpieron. Trataron de colocarle una venda, Van Troi se negó.

– No la necesito, déjenme morir viendo por última vez a mi tierra.

El deseo le fue negado, el muchacho forcejeó tratando de evitar que lo vendaran pero fue reducido. La prensa se apartó, los verdugos se alejaron unos metros y tomaron posición. En tinieblas, Van Troi esperó hasta oír la orden del oficial.

-¡Atención! Preparen…

Entonces se irguió en el poste…

– Apunten…

y gritó con todo lo que daba su garganta

– ¡¡Viva Ho Chi Min, Viva Vietnam!!

– ¡¡Fuego!!

Nguyen Van Troi oyó el estruendo de la fusilería cuando ya los proyectiles le quemaban las entrañas, las ventanas de su nariz se dilataron y su boca dibujo una mueca. Cayó hacia delante sintiendo el frío más terrible de su vida. El oficial se acercó, apuntó a la nuca con la pistola y disparó.

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Luego de su fusilamiento el cadáver de Nguyen Van Troi fue metido en una urna de bambú y llevado a zona desconocida.

El mismo día que murió Van Troi, el teniente coronel Michael Smolen fue sacado de Caracas con rumbo a Panamá para disfrutar de un corto descanso y realizar un chequeo médico.

El 24 de octubre de 1964 todos los detenidos por el caso fueron pasados a los tribunales militares para ser juzgados.

Luego de pasar tres años en prisión, Ángel Luque abandonó Caracas y se trasladó a París donde realizó investigaciones sobre arte cinético de carácter tridimensional junto al maestro Jesús Soto. La Galería de Arte Nacional y el Museo de Bellas Artes conservan algunos de sus trabajos.  

El 30 de abril de 1975 el Frente de Liberación de Vietnam del Sur entró victorioso en Saigón. Tres meses más tarde la nación se reunificó bajo el nombre de la República Socialista de Vietnam.

Ese mismo año se estrena en Venezuela el film “Crónica de un Subversivo Latinoaméricano” de Mauricio Walerstein, con guión de Luis Correa, Román Chalbaud y el propio director. La película narra los sucesos en torno al secuestro de Michael Smolen. 

Según el Archivo del Departamento de Veteranos de los Estados Unidos, Michael Smolen murió en su casa del condado de Maricopa en el estado de Arizona, el 13 de abril de 1987. Se desconoce la causa de su muerte.  

El 7 de mayo de 2010, Noel Quintero, uno de los hombres que participó en el grupo de de captura de Michael Smolen recibió en Vietnam la medalla “Por la Paz y la Amistad entre los Pueblos” de manos de Vu Xuan Hong, diputado a la Asamblea Nacional y miembro del Comité Central del Partido Comunista.

La avenida enlazada por el puente Công Lý lleva hoy en día el nombre de Nguyen Van Troi.

Referencias:

Correa, Luis. “FALN Bigada Uno”.  Editorial Fuentes, Caracas 1973.

Tran Dinh Van. “The way he lived: The story of Nguyen Van Troi told by his widow Phan Thi Quyen”. Liberation Publishing House, South Vietnam 1965.

Reinoso, Víctor Manuel. “Los cuatro días y cuatro noches de Smolen”   Revista Élite, 24 de octubre de 1964. Número 2.039.

Prensa consultada:

Últimas Noticias, La Esfera, La Extra, Bohemia Venezolana, El Nacional y El Mundo. Último trimestre de 1964.