El Salvador. 40 años del FMLN: un sujeto colectivo en la historia del país

Por Fábio Tomaz. Resumen Latinoamericano, 10 octubre 2020.

Un estudio introductorio sobre la historia del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), en El Salvador, que celebra su 40 aniversario en 2020.

El 10 de octubre de 1980, en el país centroamericano de El Salvador, amanecieron ciudades llenas de panfletos. Una parte de la población se sorprendió, otra parte no tanto. Parte estaba llena de esperanza, parte de dudas. Sin embargo, los más sorprendidos fueron los miembros del gobierno en ese momento. Los panfletos hicieron pública la creación del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional. Fruto de un largo proceso de organización popular y un esfuerzo colectivo de unidad política, el FMLN se convirtió en la principal expresión política de la lucha contra la pobreza, la desigualdad, el autoritarismo y la violencia que marcó el comportamiento de las clases dominantes en la sociedad salvadoreña.

Por circunstancias históricas, esta expresión política fue, al mismo tiempo, también una expresión de carácter militar. Comprender estas circunstancias es fundamental e implica comprender la propia trayectoria de este país en sus luchas por la libertad, la democracia y la emancipación.
Centroamérica: independencia y papel de las élites

Durante todo el período colonial, luego de la masacre y subyugación de los pueblos mayas y pipiles por parte del imperio español, la economía de El Salvador se centró en la producción y exportación de índigo (también conocido como ïndigo), un tinte de tinte azul, derivado principalmente de plantas tropicales. La provincia de El Salvador formaba parte de la Capitanía General de Guatemala, entonces centro de control de los dominios españoles en Centroamérica. A lo largo de los años, las élites locales (llamadas criollas), han entrado en crecientes conflictos con los intereses de España.

Tres factores principales afectaron la lucha de estas élites criollas por la independencia en la región: el rechazo a los constantes aumentos de impuestos que estas élites deben pagar a la metrópoli; el debilitamiento del control español de sus territorios en las Américas después de la invasión de España por Napoleón en 1808; y la búsqueda de estas élites locales de otros mercados de producción que luego controlaban. Después de muchos conflictos entre criollos más radicales y más conservadores, representantes de las provincias centroamericanas se reunieron en Guatemala y declararon su independencia de España en 1821.

El concepto de «república» de las élites

Después de dos años, se creó la Federación de Provincias Unidas de Centroamérica, que incluía a Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Este nuevo país, muy inspirado por el sistema federal de los Estados Unidos, fue incapaz de superar las tensiones y los intereses en conflicto de las élites locales. Incluso bajo el llamado a la unidad de personajes históricos como Francisco Morazán, las provincias comenzaron a abandonar la Federación y estalló una guerra civil. El sueño de la unidad de los pueblos centroamericanos fue destrozado por los intereses de las élites locales y la Federación fue completamente destruida en 1840.

El Salvador enfrentó una crisis económica sin precedentes. La creación del índigo sintético en Europa prácticamente ha eliminado su principal fuente de ingresos. Las élites locales optaron por el monocultivo de café como solución. Se llevaron a cabo una serie de reformas. Se extinguieron las tierras de las comunidades indígenas (ejidos) y se aseguró la propiedad privada como única forma de tenencia de la tierra. Las oligarquías consideraban a los ejidos un impedimento para el crecimiento económico y la propia Ley de Tierras afirmaba en su prólogo que “la existencia [de tierras comunitarias] es contraria a los principios sociales y económicos adoptados por la república”. Todo el financiamiento estatal se dirigió a la oligarquía cafetera, que a fines del siglo XIX ya representa el 90% de los miembros del Legislativo.

La lucha de clases se impone

El resultado evidente de la “política cafetalera” fue la expansión masiva de los grupos sin tierra, compuestos por campesinos e indígenas, además de la expansión simultánea de los grados de explotación de esta mano de obra por parte de la oligarquía. Ante el creciente descontento de estos sectores de la clase obrera, en 1912 surgió la Guardia Nacional, cuyo salario era pagado por la propia élite cafetera, con el fin de mantener el «orden interno y la seguridad», además de mapear actividades «sospechosas», ya que las leyes prohibían la organización de trabajadores en entidades representativas.

Al mismo tiempo, los sectores urbanos y medios de la sociedad salvadoreña habían reducido y restringido cada vez más la representación política en comparación con las oligarquías cafeteras. Con la crisis económica internacional de 1929, y consecuentemente con el colapso de las exportaciones de café, se instauró una nueva crisis económica, social y política en El Salvador.

En 1930, Miguel Mármol, un zapatero pobre, participa en la fundación del Partido Comunista Salvadoreño (PCS). Junto a él Farabundo Martí. De origen rural, El Negro (como se le conocía), tenía una historia de actividades radicales y una larga labor de organización política, con cárceles, exilio, retorno clandestino, nuevas persecuciones y huida a otros países de la región. Es en Nicaragua donde Farabundo se une a Augusto César Sandino, quien estaba combatiendo a los marines estadounidenses que ocuparon ese país a pedido de la dictadura local. Es en el regreso de la pelea en Nicaragua que Farabundo cuando se une a Miguel Mármol en 1930.

Farabundo Martí

A fines del mismo año, las élites locales organizaron un golpe y establecieron una dictadura violenta. Se suspendieron todas las votaciones donde se sospechaba la presencia del PCS. Bajo la evaluación de que las posibilidades democráticas estaban cerradas, el PCS comenzó a planificar una serie de encuestas simultáneas en todo el país. Luego de dos años de extenso trabajo de base con amplio apoyo de campesinos e indígenas, así como de estudiantes y docentes, en un ejercicio de unidad sin precedentes, todo estaba listo y programado para el 22 de enero de 1932. Sin embargo, las autoridades obtuvieron información de la plan y 4 días antes de las encuestas, Farabundo Martí fue capturado junto a los alumnos Mario Zapata y Alfonso Luna.

Al no poder comunicarse con sus líderes, los levantamientos se desarrollaron de manera descoordinada y desorganizada, enfrentando una brutal represión gubernamental. Conocido como La Matanza, el episodio resultó en el asesinato de aproximadamente 30.000 personas, en su mayoría campesinos e indígenas. Se estima que menos del 10% de los asesinados tuvo alguna participación directa en los levantamientos. Unos días después fueron ejecutados Farabundo Martí, Mário Zapata, Alfonso Luna, Feliciano Ama (líder indígena) y “Chico” Sánchez (líder campesino). De los principales dirigentes, solo sobrevivió Miguel Mármol. Disparado, fingió estar muerto entre cadáveres y logró salvarse, teniendo una vida activa de organización política clandestina. Al final de la matanza, los militares, junto con la oligarquía, habían derrotado la unidad forjada entre trabajadores urbanos, campesinos, indígenas y estudiantes.

La breve esperanza democrática y el papel de la Iglesia católica

Las siguientes décadas en El Salvador estuvieron marcadas por sucesivos golpes militares y fraudes electorales. El proceso político siguió, sin embargo, con algunas constantes: por un lado, la exclusión política de las grandes masas de población y de los sectores medios de la sociedad salvadoreña; por otro, los intentos de estos mismos sectores por crear espacios democráticos mínimos para enfrentar el relevo de los militares y oligarquías que estaban, a veces en unidad, a veces en conflictos internos.

Es en los años 60 cuando las presiones populares y progresistas empiezan a ganar fuerza. El Partido Demócrata Cristiano (PDC), se convierte en el referente público de las múltiples fuerzas sociales que se organizaron en la clandestinidad, así como del sindicato, estudiantil y otros sectores organizados por las llamadas Comunidades Cristianas de Base (CCB), expresiones de la Teología de la Liberación. de la Iglesia Católica en el país.

A este proceso se suma un factor internacional importante. Luego de la Revolución Cubana de 1959, el gobierno de Estados Unidos creó la Alianza para el Progreso, un intento de favorecer una política liberal moderada y así evitar que las desigualdades en América Latina desemboquen en revoluciones socialistas. Parte de esa política incluía condicionar los préstamos estadounidenses a una mínima apertura democrática en países que evidentemente eran autoritarios (que incluía a El Salvador). El PDC empezó a ganar cada vez más posiciones en las siguientes elecciones. Paralelamente, se expandía la movilización popular. Pasaron muchas cosas en la clandestinidad, y el trabajo más “visible” fue el de la iglesia.

Monseñor Oscar Romero

En 1970, el Vaticano nombró a Óscar Arnulfo Romero como obispo auxiliar de San Salvador (capital del país). Romero, visto como un conservador, se mantuvo alejado de la Teología de la Liberación hasta entonces, incluyendo algunas críticas a la llamada “iglesia popular”. El Vaticano y la oligarquía apostaron a que podría reducir la participación de la iglesia en los asuntos políticos. Luego de otro golpe que no reconoció la victoria de las fuerzas opuestas al régimen en las elecciones presidenciales de 1972, el trabajo de base de la iglesia se radicalizó aún más. En 1977, el Vaticano nombró a Romero arzobispo de San Salvador, en otro intento de combatir la teología de la liberación. No podrían haber cometido un error más grande.

Romero había presenciado las atrocidades del fascismo en Italia cuando estudió teología en Roma a fines de la década de 1930. En el mismo año de su nombramiento como arzobispo, el régimen no reconoció la victoria de la oposición en las elecciones presidenciales. La policía abrió fuego contra la población que acudió a protestar para denunciar el fraude y mató a decenas. La creciente represión, corrupción y fraude del régimen de El Salvador y los asesinatos de muchos religiosos son cada vez más criticados públicamente por Romero. Se convirtió en una voz contundente en oposición al régimen.

Cuando fue a exigir la liberación del padre Rafael Baharona (quien por segunda vez había sido detenido y torturado), Romero escuchó al entonces presidente pedirle que controlara a sus sacerdotes, porque de lo contrario podría incluso hablar con el Vaticano. Romero respondió: «Con todo respeto, señor presidente, nuestras órdenes vienen de alguien superior».

El 22 de enero de 1980, 48º aniversario del levantamiento de 1932, más de 200.000 personas se reúnen en la capital. El régimen está asustado por la capacidad de movilización de las organizaciones populares. El 9 de marzo del mismo año se encontraron explosivos en el altar central donde Romero iba a pronunciar una misa en memoria del ex secretario general del PDC, quien había sido asesinado. El gobierno no ha realizado una investigación formal sobre el caso. El 24 del mismo mes, Romero fue asesinado cuando estaba celebrando una misa. El disparo fatal, disparado por un francotirador, alcanzó el corazón momentos antes de la Consagración.

Organizaciones político-militares

El asesinato en la plaza pública de Romero y la falta de reconocimiento del proceso electoral dejaron clara la situación en El Salvador: todos los canales legales y democráticos habían sido cerrados por el régimen, lo que solo se expresaba a través del autoritarismo, la violencia y la represión contra cualquier voz disidente. La “democracia” fue una farsa y una fachada. El componente militar se convirtió en un factor necesario para la resistencia y la lucha por la verdadera democracia en el país.

Las Organizaciones Político-Militares (OPM) operan en El Salvador desde antes. Articuló todo el trabajo político de organización y movilización popular con estructuras de defensa armada, en gran parte ante la represión del régimen. Especialmente cuando a mediados de la década de 1970 se formó FALANGE (Fuerzas Armadas para la Liberación Anticomunista de las Guerras de Eliminación), uno de los muchos escuadrones de la muerte paramilitares financiados por empresarios y terratenientes. Bajo el lema “Sé patriota, mata a un cura”, también cometió asesinatos de campesinos, sindicalistas, profesores y estudiantes. El director de Inteligencia del régimen, mayor Roberto D’Aubuisson, fue el articulador más notable de estos grupos.

En 1970 se fundó el FPL (Fuerzas Populares de Liberación). Dos años después surgió el ERP (Ejército Revolucionario Popular). Un grupo con diferencias en la dirección del ERP funda RN (Resistencia Nacional). El histórico Partido Comunista funda las FAL (Fuerzas Armadas de Liberación). También surge y se organiza el PRTC (Partido Revolucionario Obrero Centroamericano). Dos elementos son fundamentales para entender estas organizaciones político-militares.

Guerrilla FMLN

El primero, que trata de su naturaleza, implica comprender su vínculo con las organizaciones populares salvadoreñas. Las distintas OPM tuvieron diferentes niveles de inserción tanto en movimientos populares organizados (sindicatos, estudiantes, campesinos, mujeres, religiosos, partidos, etc.) como en diferentes niveles de inserción y organización en los territorios urbanos y rurales del país. Existieron organizaciones más amplias que aglutinaron todos estos movimientos y territorios, como el BPR (Bloque Popular Revolucionario), el FAPU (Frente Unificado de Acción Popular), el LP-28 (Ligas Populares 28 de febrero), la UDN (Unión Nacional Democrática) y el MLP (Movimiento de Liberación Popular).

Esta diversidad de organizaciones y sus relaciones con la OPM nos da tanto una dimensión de la amplitud de sujetos en lucha involucrados como el alcance que estas organizaciones, en su conjunto, tenían en todo el territorio salvadoreño.

El segundo elemento del OPM se ocupa de sus diferentes tácticas y estrategias. Algunos tenían una línea inspirada en la Revolución Cubana, otros un carácter más maoísta, otros relacionados con líneas más “clásicas” del comunismo internacional. Estas diversas características tácticas y estratégicas se reflejan en el peso y papel de las dimensiones militar (defensiva y ofensiva), organizativa y política.

Aunque hubo consenso sobre la necesidad de una unidad de todas las MOP bajo el régimen, los términos de esa unidad aún no estaban claros. El triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979 y la conmoción nacional contra el régimen que generó el asesinato de Monseñor Romero al año siguiente, sumados al cierre completo de los canales democráticos, fueron componentes que aceleraron el proceso de necesaria unidad.

La unidad habilitó una huelga general que detuvo al país por 48 años el 24 y 25 de junio de 1980. Esta unidad finalmente se expresó en la Formación del FMLN, que rescató el nombre y la memoria del revolucionario que también había apostado por la unidad popular contra totalitarismo décadas antes. Y el 10 de octubre de 1980, el país amanece lleno de panfletos. El silencio fue la marca de los próximos meses.

La lucha armada por la democracia

El 10 de enero de 1981, unidades insurgentes del FMLN ocuparon las estaciones de radio de San Salvador. El comunicado transmitido en todo el territorio nacional decía:

Ha llegado el momento de que iniciemos las decisivas batallas militares e insurreccionales por la toma del poder por el pueblo y por la constitución de un gobierno democrático revolucionario. Hacemos un llamado al pueblo a levantarse como un solo cuerpo, con todos sus medios de combate, bajo las órdenes de sus líderes inmediatos, en todos los frentes de batalla y en todo el territorio nacional. El triunfo definitivo está en manos del pueblo heroico … ¡Revolución o muerte! ¡Venceremos!

En ciudades de todo el país, la guerrilla y las milicias populares atacaron posiciones del ejército. Durante 48 horas, la bandera del FMLN ondeó en la capital. Luego de días de batallas y duros golpes al ejército (unos 80 soldados de la Segunda Brigada de Santa Ana incendiaron el cuartel y se unieron a los insurgentes), se anunció el fin de la “primera fase de la ofensiva general”.

En este período, Estados Unidos ya había abandonado la propuesta de la Alianza para el Progreso y apoyado explícitamente a dictaduras en toda América Latina, bajo la llamada Doctrina de Seguridad Nacional. El presidente estadounidense Jimmy Carter envió $ 10 millones y 19 instructores militares para apoyar al régimen. Meses después, se enviaron otros 25 millones y 65 expertos militares. Con el gobierno de Ronald Regan, este apoyo se expande aún más y alcanza los 196 millones de dólares solo en 1984. Para Estados Unidos, además de los ataques a Cuba, era necesario derrotar a la Revolución Sandinista en Nicaragua y a todos los movimientos insurgentes en Centroamérica, como el FMLN en El Salvador, la URNG (Unidad Nacional Revolucionaria Guatemalteca) en Guatemala y muchas otras fuerzas insurgentes que operan en todas las regiones de Centroamérica.

El régimen de El Salvador redacta una nueva constitución en tiempos de guerra, y ARENA (Aliança Republicana Nacionalista), fundada por el mismo Roberto D’Aubuisson que organizó los escuadrones de la muerte, emerge como representante de la derecha. Sin embargo, el apoyo financiero y militar de Estados Unidos no es suficiente para derrotar al FMLN. Se ha establecido un estancamiento militar a lo largo de los años. Los consultores estadounidenses participan ahora en todos los batallones y brigadas del ejército del país. También hay un intento de Reforma Agraria Contrainsurgente, que buscaba retirar el apoyo que el campesinado le daba a la insurgencia, que evidentemente fracasó. Como afirmó en su momento un miembro del FMLN:

“¿Quién alimenta a la guerrilla? ¿Quién les advierte sobre los movimientos del ejército? (…) No son los rusos, los cubanos o los nicaragüenses los que envían miles de toneladas de comida a miles de guerrilleros, toneladas de ropa para vestir, y una información tan veraz sobre el movimiento del enemigo. Es la gente que hace todo esto, la gente que siembra los granos básicos, que prepara la comida y teje la ropa. El Salvador no tiene montañas, pero las montañas para su guerrilla son las personas ”.

Además del aspecto militar y el trabajo con la población, el FMLN también organizó una estructura de apoyo internacional que lo hizo reconocido como un grupo insurgente legítimo por varios países, lo que abrió la puerta a las negociaciones sobre la democracia y el fin de la guerra. En la segunda mitad de la década de 1980 se iniciaron los primeros diálogos, con la medición de otros países, por un acuerdo de paz. La comunidad internacional ya no veía el conflicto en El Salvador como una cruzada contra el comunismo, sino relacionado con problemas internos del país.

La posición del FMLN no era solo poner fin a las hostilidades militares, sino reestructurar el país y abordar las causas profundas del conflicto: desigualdad estructural, injusticia, violencia y autoritarismo. El 76% de los salvadoreños, en investigación en ese momento, apoyó las negociaciones con el FMLN.

Para poder imponerse en las negociaciones y responder a los ataques que siguieron por parte del ejército y los paramilitares (con detonación de bombas en varios sindicatos), en noviembre de 1989, el FMLN organizó una gran ofensiva de tres semanas en la que participaron 3.000 combatientes. , llegando a la capital San Salvador. Esta ofensiva demostró que el FMLN no era un grupo pequeño, sin apoyo popular ni capacidad de coordinación como propagaban el régimen y Estados Unidos.

Si bien no derrocó al gobierno, esta ofensiva tuvo muchos impactos significativos: mostró la capacidad de movilizar al FMLN, las fallas de la inteligencia estadounidense, la incapacidad y brutalidad del ejército del régimen. Los 1.350 millones de dólares en gasto militar directo de Estados Unidos durante una década habían fracasado en su propósito. La presión internacional, sumada a las denuncias de Estados Unidos que usaban dinero del narcotráfico para combatir la insurgencia en Centroamérica, hizo que Estados Unidos suspendiera la ayuda militar directa, lo que hizo inviable cualquier posibilidad de victoria militar de los militares sobre el FMLN.

Aunque no en condiciones ideales, el FMLN había logrado garantizar el diálogo por la paz y la reanudación de la democracia en el país, siendo así la máxima expresión de los deseos de la población.

Acuerdos y promesa de paz

En 1990, las dos partes del conflicto se reunieron en Ginebra, Suiza, para avanzar y formalizar las negociaciones. A principios de noviembre de 1991, el FMLN anunció una tregua unilateral. Semanas después, el gobierno anunció el fin de los bombardeos y el uso de artillería pesada. En enero de 1992 se firman los Acuerdos de Chapultepec (nombre de una fortaleza en México, donde fueron firmados), cuya implementación comienza el 1 de febrero del mismo año.

En general, los Acuerdos abarcaron amplios temas de la realidad del país: el papel de las Fuerzas Armadas y su reducción; creación de una policía civil; reformas en el sistema judicial; creación de una Oficina de Derechos Humanos; reformas del sistema electoral; reincorporación civil de combatientes insurgentes; y varias reformas económicas y sociales.

Celebración de los Acuerdos de Paz, 1992.

El FMLN se institucionalizó y se convirtió en un partido político, convirtiéndose inmediatamente en la segunda fuerza política más grande del país, ganando muchos escaños en el parlamento, además de alcaldías (ayuntamientos) en varios lugares. La década de los noventa fue el período de mayor hegemonía neoliberal en América Latina y los gobiernos de ARENA fueron facilitando gradualmente la implementación de los Acuerdos de Paz, hasta que prácticamente los abandonaron por completo. Además, algunos desacuerdos, disputas internas y rupturas han debilitado parte de la experiencia institucional del FMLN. Más tarde se descubrió que muchos de los que se marcharon habían contribuido al régimen, incluso siendo autores intelectuales de los asesinatos de sus propios compañeros líderes.

En particular, se abandonaron temas sociales como la Reforma Agraria y el modelo económico basado en la justicia social en favor de políticas de privatización y tratados de libre comercio con Estados Unidos. El punto más alto de esta presentación de los gobiernos de ARENA a los Estados Unidos fue cuando, en 2001, El Salvador renunció a su propia moneda y comenzó a utilizar el dólar impreso en los Estados Unidos como moneda local. Evidentemente, estas políticas han ampliado las desigualdades políticas, económicas y sociales.

En el contexto del auge de los “gobiernos progresistas” en América Latina, el FMLN ganó las elecciones presidenciales de 2009, rompiendo 18 años de dominio de ARENA desde los Acuerdos de Paz. También gobernó al Ejecutivo de 2014 a 2019. Sin embargo, de la misma manera Mientras que muchos gobiernos progresistas, si bien se han logrado avances económicos y sociales considerables, el FMLN por sí solo no ha logrado realizar los cambios estructurales necesarios para romper el dominio de las élites locales asociadas con el imperialismo. Sufre los mismos ataques que la ofensiva totalitaria y conservadora que vemos hoy en muchos otros países.

El FMLN 40 años después

El FMLN no es un partido político más en el actual sistema electoral de El Salvador. Es parte de la historia de la lucha del pueblo salvadoreño por una sociedad justa y democrática. Una lucha de mucho tiempo. Desde Farabundo Martí y muchos otros en los años 30, desde los movimientos populares de los 60 y 70, desde la insurgencia de los 80, desde las luchas por la paz y la democracia desde los 90 y desde las complejidades de la lucha de clases en el siglo XXI.

Y como todas las luchas populares, el FMLN también sintetiza muchos avances y muchos límites. Celebraciones necesarias. Crítica hecha y no hecha. Muchas esperanzas y decepciones. Sueños y pesadillas. Más adelante, hay muchos caminos posibles. Detrás, hay una trayectoria que simboliza la esperanza de un pueblo. Hay momentos más favorables, otros menos. Cada momento tiene su exigencia histórica y hay que estar a la altura. Pero aunque los momentos son diferentes, nunca hay un momento para dejar de luchar.

Para nosotros militantes, conocer la historia del FMLN, El Salvador y Centroamérica es un ejercicio de celebración de nuestra identidad latinoamericana, su belleza y sus contradicciones. Un ejercicio para ver cómo lo que nos distingue no necesariamente nos separa, cuando el objetivo es una lucha por la liberación. Al mirar otras experiencias históricas, encontramos muchos procesos que tienen paralelismos con nuestras realidades.

El FMLN, en estos 40 años de historia, para seguir cumpliendo su rol en la lucha de clases, dependerá siempre de lo que lo originó: un esfuerzo por construir la unidad en la diversidad, un objetivo claro y un vínculo permanente con el pueblo hasta las últimas consecuencias. Estos desafíos y compromisos también los enfrentan muchas otras organizaciones populares en nuestra lucha.

Algunas sugerencias para quienes quieran profundizar un poco más:
Documentales

El lugar más pequeño. Dirección: Tatiana Huezo.

Pueblo ganará. Producida por el Instituto Cinematográfico Revolucionario de El Salvador:

Libros

Ana María: combatiente de la vida. Iosu Perales y Cláudia Sanchez. Ocean Sur, 2012.

La revolución salvadoreña. Tommie Sue-Montgomery y Christine Wade. Editora Unesp, 2002.

Comandante Ramiro. José Luiz Merino. Ocean Sur, 2010.

El Socialismo: ¿una alternativa para América Latina ?. Schafik Handal y Marta Harnecker. Ocean Sur, 2014.

En el silencio de la batalla. Berna Ayalá. Editorial Expedición Americana, 2014.

Farabundo Martí: la biografía clásica. Jorge Arias Gómez. Ocena Sur, 2010.

La guerra que no queríamos. Salvador Sánchez Cerén. Ocean Sur, 2012.

Legado de un revolucionario (tres volúmenes). Schafik Handal. Instituto Schaik Handal, 2014.
Películas

Romero. Dirección: John Duigan.

Salvador – El martirio de un pueblo. Dirección: Oliver Stone.

Voces inocentes. Dirección: Luis Mandoki.
Literatura y poesía

El turno ofendido. Roque Dalton. Ocean Sur, 2015.

Entre los escombros del amanecer. Otoniel Guevara. Editorial del gabo, 2015.

Las historias prohibidas por el pulgarcito. Roque Dalton. Ocean Sur, 2014.

Miguel Mármol. Roque Dalton. Ocean Sur, 2007.

Pobre poeta que era yo … Roque Dalton. Ocean Sur, 2019.
Libros de historietas

Los dulces nacimientos de Miguel Mármol. Dani Fano. Astiberri Ediciones, 2018.

(Fábio Tomaz es del sector Político-Pedagógico de la Escola Nacional Florestan Fernandes (ENFF) y del Colectivo de Relaciones Internacionales (CRI) del MST. Exmiembro de la brigada internacionalista del MST en Centroamérica).

Fuente: Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra